:: TEXTO: JULIÁN MÉNDEZ :: FOTOGRAFÍA: NERISSA MICHAELS/AP
Sociedad

La amenaza de las carpas plateadas

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Estas que ven saltar como acróbatas de plata, asustadas por el ruido de las motoras, son carpas asiáticas, una especie introducida en la zona de los Grandes Lagos, entre Estados Unidos y Canadá, por los criadores de pescado barato. Querían que limpiaran de algas y materia en suspensión sus estanques de cría. Ellas lo hicieron de forma aplicada y con total éxito.

La mala noticia es que, durante las inundaciones de los 90, hubo estanques que se desbordaron y las carpas quedaron en libertad, llegando a las cuencas del Mississippi. Las carpas asiáticas son tan voraces que comen todo el plancton que les rodea, condenando a la hambruna a sus congéneres nativas, las carpas americanas. Los biólogos han encontrado ya algunas de más de un metro de longitud y 45 kilos de peso.

Los biólogos han analizado el ADN presente en la materia en suspensión del Mississippi y han determinado que las carpas asiáticas se encuentran apenas a 7 kilómetros del lago Michigan pese a todos los esfuerzos puestos para evitar su propagación. Como tienen aversión a la electricidad en 2002 se colocaron cables eléctricos en los canales, que el Cuerpo de Ingenieros reforzó en 2004 con una barrera permanente. No ha servido de nada. Las carpas asiáticas siguen su avance imparable.

Ahora se estudia aturdirlas con corrientes, recurrir a la castración química para evitar su propagación y cerrar las esclusas a lo largo del río. Pero es como ponerle puertas al campo. Algo parecido pasa aquí con el mejillón cebra, irrefrenable en el cauce del Ebro.