CÁDIZ

«Sabía que si no hacía algo me quitaban a mi hijo»

El hijo de Ana María Gallardo, de tan sólo siete años, pisó el colegio en contadas ocasiones el pasado año y su madre fue advertida por Asuntos Sociales

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Cambió el aula por su casa, el pupitre por el sofá, los libros por la televisión y a sus profesores por su madre. El hijo de Ana María Gallardo ha tardado 365 días en superar su problema. Tiene tan sólo siete años pero conoce a la perfección el significado de la palabra absentismo, su gran asignatura pendiente.

Su llegada a primero de Primaria se convirtió en un auténtico infierno, para él, y, por extensión, para su madre. «No había manera de llevarlo a clase. Decía que se aburría de estar encerrado durante tanto tiempo y que no quería ir al colegio», relata Ana María.

Y así, día tras día, ante el consentimiento misericordioso de su ángel de la guarda. Ana María no tenía fuerzas para llevarlo a empujones hasta el centro, así que decidió esperar a que fuera su propio hijo el que diera su brazo a torcer. Sin embargo, este respaldo casi le cuesta que le quitasen a su hijo. «Fue desesperante la situación porque de repente toda la responsabilidad recayó sobre mí: primero el colegio y después Asuntos Sociales. Sabía que si no hacía lo que me decían me quitarían a mi hijo», apunta.

Ana María Gallardo no se explica aún por qué le ocurrió a su hijo. «Tengo otras dos hijas y las dos son universitarias. Una de ellas está a punto de terminar Derecho y la otra ha estudiado tres años de Psicología en Sevilla y ahora sigue con otra carrera en Puerto Real. Incluso yo estoy cursando nuevos estudios en la Escuela de Adultos, por los que me dan hasta una pequeña beca económica», asegura. De hecho, afirmó que tanto en la guardería como durante el ciclo de Educación Infantil siempre había ocupado su puesto escolar y nunca se había encontrado con esta desagradable situación familiar.

Sin embargo, esta madre coraje sacó fuerzas para sacar a su pequeño de este túnel sin salida. «Empezamos a meterle miedo asustándole y diciéndole que un día vendría la Policía a llevárselo de casa», apunta.

La solución

De esta manera, la familia consiguió ir sacando poco a poco al niño de casa y llevándolo hasta la escuela. «Llegó a faltar casi todos los días de la semana. Ahora, gracias a Dios ya tiene su grupo de amigos y acude con normalidad a clase. Sólo falta alguna que otra vez, sobre todo, cuando está malo», apunta. Incluso este año había accedido a quedarse en el comedor escolar a la hora del almuerzo, aunque este año ha tenido que sacarlo del servicio porque le obligan a pagar una cuota mensual de 100 euros, algo que hoy en día no puede permitirse.

Ana María se encuentra en desempleo y la única ayuda que recibe es la de su madre, la de Cáritas y la de las Hermanas de la Cruz. Por este motivo, quiere aprender y encontrar cualquier empleo que le permita sacar adelante a sus tres hijos. «No me importa trabajar en el servicio doméstico, cuidando a personas o en la limpieza. Necesito trabajar», añade esta madre.