ANÁLISIS

El consenso como provocación

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N o se lamenten porque los dos partidos llamados a gobernar España no sean capaces de llegar a acuerdos. No se inquieten por que Zapatero y Rajoy estén siempre a la gresca. No se preocupen por que en algunos casos eso del interés general lo confundan con los intereses del partido. No busquen explicaciones: la política en España es sólo un camino para conseguir el poder al que asisten como invitados de piedra 40 millones de españoles que ven pasar la vida en un telediario.

Que Zapatero y Rajoy hayan llegado a un acuerdo sobre RTVE da una idea de la poquedad de la política española, llena de trampas y agujeros. No hay que estar muy informado para hacerse una pregunta tan simple como ésta: por qué en RTVE sí y no en otros lugares. Por qué son capaces de hablar de la televisión pública, pero no de economía, del desempleo, de la renovación del Tribunal Constitucional, Educación o Justicia. Arreglan lo que les interesa. Interesa lo inmediato. RTVE es muy sensible como para dejarla al albur de los tiempos. Todavía hay en el Congreso gente que piensa que TVE es una fábrica de votos. Por la tele se informan muchos españoles que no leen un periódico ni aunque se lo regalen. Por la tele se consiguen milagros que luego adquieren forma de papeleta el día de los votos. Zapatero lo sabe. Rajoy lo entiende. Que haya paz en el Pirulí. Entre bomberos no nos pisemos la manguera.

No sé por qué me sorprendo. En realidad, la sorpresa es confirmar que lo que no quiero creer sucede irremediablemente. La política como espectáculo sólo conduce al circo, y el circo es territorio para la gracia y el descreimiento. Sólo los payasos terminan diciendo algo de verdad a base de golpes impostados. Al final el payaso listo y el payaso tonto se van juntos a tomar copas. Se necesitan mutuamente porque la ausencia de uno de los dos hace increíble el espectáculo. ¿Dónde tomaron la copa Zapatero y Rajoy? No lo sé. Pero adivino el gesto de sus caras y no atisbo la más mínima vergüenza en la forma de repartirse la televisión.

Queda un consuelo. El nuevo presidente de RTVE, Alberto Oliart, podría ser una buena ayuda para recomendar a quienes le nombran algunas lecturas. Culto, amable, educado y estimable escritor y poeta. Sus memorias Contra el olvido son dignas de admiración. Es la memoria de la generación de los 50, es decir, la de sus amigos Claudio Rodríguez, Ángel González, Gil de Biedma o Caballero Bonald. Por lo menos, en RTVE no mandará un tonto. Entre vídeo y vídeo, un poema. Tal y como está el patio un lujo. Eso sí, de 81 años.