EL COMENTARIO

Amenábar

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S i la envidia fuera tiña, veríamos infectados a multitud de pequeños personajes locales, que nacen, viven y mueren en el más pequeño de los cascarones, su propio ego cuadriplicado, en cuanto asoma la genialidad de alguien cercano padecen un ataque de tiña. Triunfar en tu país es difícil, hacerlo en tu pequeña localidad, un milagro. Por eso, estos personajillos de «opinión respetable» se apuntan al carro de las bravuconadas grandilocuentes para llamar una atención que, de otro modo, jamás lograrían. Capaces de asegurar que la pena de muerte no es pena, que la mejor escritora del mundo es una señora que pergeña novelas rosa... O que Amenábar es un oportunista. En cambio yo creo que debería estar entre esas personas de obligado conocimiento juvenil para que los héroes a imitar tuvieran algo digno de ser imitado. Dicho lo cual, leo en un periódico asturiano que Gustavo Bueno junior opina de Ágora, lo siguiente: «Es un oportunista (...) Combinará probablemente planteamientos de feminismo con una perspectiva anticlerical (...). Puede aparecer ese enfoque protestante anticatólico (...)». Para comenzar, el hijo del filósofo, filósofo a su vez (algunos puestos universitarios también se heredan, como los tronos), habla de la película sin haberla visto, tan sólo 'deduce'... ¡Coño, eso es sabiduría! Para seguir, en un intento de menospreciar el éxito que a buen seguro tendrá, lo tilda de oportunista porque le supone tratando ciertos temas «de esos que gustan y dan caña». No vomito porque lo leo en ayunas. Estos personajes de medio pelo, no por vivir en una comunidad pequeña sino por tener la mente en una habitación sin ventilar, suelen producirme arcadas. Malignas garrapatas que, incapaces de aportar genialidad, sustentan su ego y su foto en los medios, vituperando a quien sí hace méritos. Forman parte de ese tejido social tan nuestro y mezquino, de pisar al que destaca por más que te ahogues en el intento. Para ellos, la opinión, dado que no la razonan, se limita a ese mercadillo verdulero de los mediocres.