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Gobierno a prueba

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La ajustada aprobación parlamentaria del techo de gasto que determinará la elaboración de los Presupuestos Generales para 2010 ofreció, una vez más, la imagen de un Gobierno que se ve abocado a transitar por la legislatura mediante zigzagueos y a la búsqueda de apoyos que le salven en cada votación. El resultado de ayer, por el que el Ejecutivo de Rodríguez Zapatero sacó adelante su propuesta gracias antes a la abstención de CiU, IU-ICV, BNG y Nafarroa Bai que al voto favorable de Coalición Canaria y UPN, hubiese sido normal si no concurriesen dos circunstancias preocupantes. La más grave, la recesión económica con el consiguiente incremento de las necesidades sociales mientras se retrae la recaudación. La otra, las serias dudas que la acción del Gobierno frente a la crisis suscita en términos de coherencia y eficacia. Es cierto que el resto de los grupos parlamentarios no está en condiciones de ofrecer una alternativa solvente a los planteamientos del Ejecutivo, tanto por las incertidumbres que rodean a la crisis como por su propia posición al margen del poder. Pero las críticas y el escepticismo con el que incluso las formaciones que optaron por abstenerse consideraron la propuesta gubernamental demuestran que el Gobierno no es capaz de transmitir, ni siquiera en el ámbito parlamentario, la confianza que la sociedad española precisa para perseverar en la búsqueda de salidas a la crisis.

El techo de gasto previsto para 2009 se ha visto superado por los efectos de la recesión, de manera que el aprobado ayer para 2010 representa un incremento del 15% respecto al presupuestado para el ejercicio anterior, pero supone un descenso del 4,6% en relación a lo que se gastará realmente. La vicepresidenta Salgado lo explicó como el reflejo de un «esfuerzo de austeridad». Pero dada la obstinación con la que el Gobierno tramitó los Presupuestos de este año, negándose a reconsiderar el cuadro macroeconómico a pesar de que se anunciara la recesión, la credibilidad de la cifra aprobada dependerá de la disposición que muestre el Ejecutivo a corregirla en función de la evolución recaudatoria. La voluntad mostrada por Salgado de regresar cuanto antes a la disciplina de la estabilidad presupuestaria quedaría en entredicho si los ingresos acaban situándose muy por debajo del gasto previsto.