MADRID SAN ISIDRO

Madurez de El Capea

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E ra la confirmación de alternativa de David Mora, y sábado con el clásico público trashumante de San Isidro y de paso o paseo y charla. Abellán recibió en una de las corvas una cornada del toro de la devolución de trastos y El Capea, que mató tres toros, cortó la primera oreja de su carrera en Madrid. La oreja del mejor toro de una amplia y diversa corrida de Salvador Domecq.

El toro, cuarto de corrida, estaba para Abellán. Le vino a El Capea a las manos y no se lo dejó ir. Cuajado, alto, largo, tocado y astifino, un Escorado de 585 kilos, pero magro el porte. La lengua afuera después de varas aunque el gasto fuera escaso y saliera al bies del caballo. Un quite de David Mora, que no perdonó, por cierto, ni uno, y tres pares de banderillas con el toro en danza y son. El Capea vio el toro mejor que nadie. Y se acopló con él.

Descolgado el toro desde el primer ataque, se rebosó bien. El Capea estuvo encajado y puesto desde el primer muletazo. Desde la primera tanda con la diestra, resuelto para ligar en el sitio y enganchar por delante como pedía el toro. Por abajo, templadamente. Por pronto, pesaba el toro. Las tandas, ajustadas y de toreo hacia dentro sin ventajas, fueron cortas: de tres y el cambiado. La cuarta tanda, de cuatro y no tres, y el cambiado de remate, fue logro mayor. Ya a toro ahormado y gobernado.

Estaba pendiente una tanda con la izquierda. Y una sola hubo y no buena. Y de vuelta a la mano buena. Por ella, dos tandas más, más templadas todavía que antes, certeros los embroques a tiempo, seguro el trazo por abajo. Ni un enganchón siquiera. El grave adorno de un cambio de mano. De nuevo, grandes remates cambiados con el toro sacado de atrás adelante y de abajo arriba pero al hombro contrario. Y una estocada, soltando el engaño en el embroque, pero de las que tiran sin puntilla los toros. Fue el caso. Una oreja. Con algún voto en contra.

Doble, en fin, el infortunio de Abellán: por llevarse una cornada y por sólo poder tener en la mesa de operaciones noticias del toro que se había dejado. El toro de la cornada, fue del cupo de trotones, se picó al relance y sólo tuvo compás bueno al encelarse con la punta de capote de David Jaro, que lo corrió por delante a una mano mientras se celebraban las ceremonias de confirmación. Abellán abrió faena hincado de hinojos en los medios en cite de largo, el toro medio galopó y tomó el engaño, pero al tercer viaje ya se había metido por debajo. Al quinto estaba enterado: reponiendo, la cara arriba, revolviéndose y, si no, encogido y buscando presa. No le consintió a Abellán ganarle ni un paso. La única vez que Abellán lo hizo, con la idea de someterlo, el toro lo cazó y derribó, y, en el suelo el torero, lo hirió certero. Abellán se estuvo en la plaza hasta matar el toro. Dos pinchazos, otro envainado y un descabello.

Ambición

La confirmación de David Mora estuvo marcada por la ambición. De rodillas, bien abierto en el tercio, esperó la salida del toro de la confirmación y lo largó con calma. Perdió las manos el toro. Al corral. Se corrió turno y al que iba ser sexto y fue primero bis, volvió David a esperarlo frente a toriles. Era casi obligado el gesto. Gesto fue. Un zambombo de 600 kilos, corretón, que no quería ni la sombra del caballo. Toro posible: codicioso. Pero sin fuelle. Segura la presencia del torero, pura disposición. Pero sin redondear.

No le dejó el sobrero de Fernando Peña, muy trotón también y sacudiéndose engaños. Viento que descubría, tropezados los engaños, pocos toques, el toro solo no se empleaba. Tesón del joven torero: para intentar el toreo de distancia, para sujetarse incluso cuando el toro lo tuvo a tiro. Valiente.

Y dos toros más. En la cuenta de El Capea. Un tercero que, después de haber trotado, descolgó con aire por la mano derecha y tuvo bondad; y un sexto descarado que se embrocaba al paso y veía al torero. El vientecito de tormenta no dejó a El Capea salirse fuera con el tercero o entregarse o insistir más. Faena corta en todo. Por la izquierda se metía el toro. Con el sexto, luz artificial, la gente cansada, más viento que antes, anduvo breve el torero. Sin proponérselo del todo. Rebrincado y protestón, no convidaba el toro a la épica.