LA CASA PUERTA

1 de mayo

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Hacía mucho tiempo que el primero de mayo, Día Mundial del Trabajo, no se veía en Cádiz una manifestación tan masiva y sentida como la celebrada el pasado viernes y convocada por los sindicatos. Se nota que el cruel látigo del paro y la crisis galopante le ha dado un toquecito a los cocos de las gentes y han salido de sus casas para pedir a boca llena soluciones urgentes para sus problemas.

Sinceramente, sin sentimentalismos trasnochados, un nudo de sentimiento se me puso en la garganta contemplando esa manifestación tan llena de valores humanos con el rictus en sus caras severos y heridos. La crisis que es a nivel mundial, más el añadido de la picaresca tradicional española, tiene erosionado muy seriamente el sistema más vulnerable y sensible de la sociedad, como son los trabajadores. La clase obrera está pagando los platos rotos de los desmadres de unos y otros.

Familias enteras sin un miserable sueldo viviendo de la caridad, casi mendigando. Hombres y mujeres despedidos de sus trabajos, rotas sus esperanzas y, posiblemente, su futuro. Al trabajador español le tienen prohibido soñar y ser feliz. Quien, o quienes, sean, se aprovechan de la crisis para vaciar al factor humano de sus factorías amparados en leyes y convenios que son mortíferas dinamitas para su familia y para él mismo. La crisis hay que repartirla entre todos por igual. ¡Entre todos!

No hay derecho a que los de abajo, encima sin trabajo, sean los paganos de los despilfarros y los préstamos ninja repartidos a pelú entre los de siempre. Los mismos peros, pero con distintos collares. Despidos improcedentes, cierres de factorías, recorte en todos los sentidos mientras que la otra cara de la moneda, nadando en la abundancia o mangando descaradamente, importándole un carajo la tragedia que sufren los trabajadores de este país.