ONGS DE JEREZ MADRE CORAJE

Moyano, un testimonio de Amor

El presidente de Madre Coraje reflexiona sobre la mujer que da nombre a la organización jerezana

| PRESIDENTE DE MADRE CORAJE Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

María Elena Moyano, a quien llamaba Sendero Luminoso Madre Coraje, vivió en una situación de máxima miseria. Cuando en el año 1971 llegó a Villa El Salvador a un lugar llamado El Arenal, en Lima, éste no era más que un desierto de arena. María Elena, desilusionada por el panorama donde habían decidido irse a vivir, exclamó: «¡Aquí no hay nada!». Su madre, reflexionando, dijo: «¡Hay todo por hacer!». Ésta fue la primera lección que aprendió María Elena, y que más tarde la repetiría a sus compañeras de lucha. ¡Ante las carencias, siempre hay algo por hacer, y cuantas mayores sean las carencias más se puede hacer!

Conociendo las dificultades de su pueblo, que pasaba hambre, miseria e injusticias, María Elena hizo causa común con su pueblo. El problema de su pueblo decidió que era su propio problema. María Elena había comenzado a amarle al vivir desde la igualdad, desde la fraternidad. Las injusticias, el hambre, la falta de medios, las muertes allí eran sus problemas y sus retos, los había hecho suyos. No se puede amar desde la desigualdad, suponiendo que el problema de los demás no es nuestro problema.

Ella partía de la base de lo que había aprendido en la Universidad de Sociología de Lima, y en aquellas catequesis cristianas que daba en su adolescencia, que todos los hombre somos iguales, con los mismos derechos y sobre todo con el derecho a que se respete la dignidad como persona. Por este principio del amor, el principio de la igualdad, María Elena Moyano, a pesar de ser teniente de alcalde de Villa El Salvador, vivió en la pobreza como los más pobres, no se atribuyó mejor salario que los de su pueblo, no aceptó ninguna prebenda por su cargo, vivió pobre con los pobres.

Más allá de la teoría

Pero comprendió enseguida que sólo con la teoría no se cambiaban las injusticias y la falta de medios, y por amor a su pueblo se decidió por la acción, y se hizo solidaria con su pueblo, desde la coherencia entre lo que pensaba y lo que hacía, y desde la esperanza por la que se podía salir de la miseria por sí solos, trabajando juntos a través de un sistema de organización autogestionaria, a través de la democracia directa, a través de los primeros presupuestos participativos que se hacían en su país.

Encendió la llama de la esperanza en su pueblo, prometiéndole que, si se unían y cada uno compartía lo que tuviera o lo que supiera hacer con los demás, llegarían de esta manera a recuperar su dignidad como personas y su autoestima, y además resolverían todas las dificultades y carencias que pudieran estar sufriendo. Y así lo hizo, y unió a más de 50.000 mujeres que salieron de sus hogares para trabajar solidariamente y compartir todo lo que tenían con los más necesitados.

Pero aún más, María Elena demostró su completo y total amor por su pueblo, porque también lo hizo desde la gratuidad. Pero no sólo no esperando, ni buscando, ni pidiendo nada a cambio de su extraordinaria lucha, sino que su generosidad llegó a no abandonar su lucha a pesar de las calumnias a su persona por parte de Sendero Luminoso, a pesar de las continuas amenazas de muerte por esta banda terrorista, a pesar de quedarse sola en las situaciones más peligrosas.

Lucha

A pesar de todo, ella no abandonó su lucha a favor de su pueblo, aunque muchos la abandonaran. Por eso, sus propios enemigos la llamaron Madre Coraje, por eso a nuestra asociación le pusimos el nombre de Madre Coraje, porque fue, porque ha sido y porque es el auténtico testimonio de amor responsable de una persona hacia los demás.

El fruto de su enorme amor hizo que, hoy, Villa El Salvador sea referente en el mundo por su obra social autogestionaria para muchos países subdesarrollados, y por el que también España reconoció dicha labor social con el Premio Príncipe de Asturias a la Concordia, cuyo galardón fue recibido personalmente por la propia María Elena Moyano.

Gracias, María Elena, por enseñarnos a Amar.