CONTAGIO. La Policía frena una protesta de inmigrantes. / AFP
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Lampedusa, en pie de guerra

El ministro de Interior italiano viaja a Túnez a negociar un pacto de repatriación para vaciar la isla

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El alcalde de Lampedusa, Dino De Rubeis, centro derecha, no cesa de idear metáforas de impacto sobre esta isla minúscula, pero que es el principal punto de llegada de embarcaciones de inmigrantes a Europa, 31.000 el año pasado. Primero la equiparó a Alcatraz, ayer era Guantánamo: «No queremos que se convierta en un campo de concentración», clamaba ayer en su despacho, bajo un retrato de Benedicto XVI. Hoy depositará una corona de flores en el mar por los «hermanos inmigrantes», aunque hasta hace nada se quejaba de que «los negros huelen mal». Hay un cierto tufo demagógico en esta historia, que ha estallado este fin de semana con la evasión masiva de 1.300 emigrantes, hacinados en un centro provisional con capacidad para 800, y que fueron apoyados por los 5.000 vecinos, que rechazan la apertura de un centro de reclusión permanente. Ayer terminaron de volver los últimos.

En esencia, los isleños quieren dos cosas: evitar un impacto negativo en la imagen de Lampedusa, que vive del turismo nacional, y aprovechar este pulso y la atención mediática para obtener mejoras en un lugar olvidado del Estado, a sólo cien kilómetros de Túnez. El hospital más cercano es un helicóptero a Palermo y acaba de morir una señora de 71 años que no fue trasladada a tiempo. Hoy cumplen una semana de protestas, siguen con su huelga general y probablemente bloquearán la única nave que les une a tierra. El ayuntamiento, simbólicamente, denunció ayer al ministro de Interior, Roberto Maroni, por retener a los extranjeros en un centro de acogida más de 48 horas. Entretanto, este islote de once kilómetros está tomado. Hay 400 policías y es casi imposible que ocurra nada. Italia ya se distrae con la penúltima tontería de Berlusconi sobre las mujeres.

Por su parte, el Gobierno gana tiempo, favorecido por el temporal que impide la llegada de embarcaciones. Por un lado, desaloja el centro de acogida. De 1.300 hombres -1.100 de ellos, tunecinos- ayer empezaron a volar hacia Italia unos 250. Entretanto, de las 78 mujeres instaladas en el punto de la discordia, el nuevo centro de identificación y expulsión (CIE), 16 tunecinas se han declarado en huelga de hambre. Como se ve, Túnez es una de las claves del problema y aquí entra la segunda estrategia: el ministro de Interior, Roberto Maroni, viaja hoy allí. Italia pretende sacar un pacto de repatriación y vaciar Lampedusa. Los tunecinos no quieren volver allí y quizá la perspectiva del regreso sea causa de incidentes. Por último, la tercera baza del Ejecutivo es arreglar la situación con contrapartidas económicas, la vía que será más efectiva. Se habla de convertir Lampedusa en puerto franco, exento de IVA y otros impuestos, y aplicar descuentos en la gasolina.