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Tres semanas para aprobar el plan de estímulo económico del presidente

Barack Obama apenas lleva cuatro días en el poder y su maquinaria de cumplimiento de promesas electorales no para de funcionar a altas revoluciones. Y no cabe duda de que el propósito de abordar la crisis económica es uno de sus objetivos preferentes.

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Por eso, ayer el nuevo presidente de EE UU tranquilizó al país al afirmar que el Congreso está «en el buen camino» para aprobar antes del 16 de febrero el plan de estímulo que él defiende.

Los líderes demócratas de la Cámara baja analizan actualmente un proyecto que prevé inyectar 825.000 millones de dólares (unos 645.000 millones de euros) en la economía durante dos años. Obama dijo que, aunque hay diferencias «sobre ciertos detalles», existe el reconocimiento de que «estamos experimentando una crisis económica quizás sin precedentes y es necesario hacerle frente rápidamente».

Además, pidió a su asesor en ese campo, Larry Summers, que le presente un informe diario sobre la evolución económica, ya que «las noticias no son buenas», al aumentar las pérdidas de empleo y con un sistema financiero inestable.

Inversiones

El plan para relanzar la economía mediante la inversión en infraestructuras y nuevas tecnologías -390.500 millones de euros- y la reducción de impuestos representa «una tarea pesada» pero es necesaria, indicó el presidente en su reunión celebrada en la Casa Blanca.

Entre los participantes estaban los líderes demócratas de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, y del Senado, Harry Reid, así como los republicanos John Boehner y Mitch McConnnell. Pelosi ha prometido presentar a votación el plan antes del día 28.

Pero los votantes y representantes republicanos son algo reticentes y tratan de presionar al nuevo mandatario para que reduzca el volumen del proyecto. «Nos preocupa su tamaño», manifestó Boehner, jefe de los conservadores en la Cámara de Representantes, al argumentar que es dinero que Estados unidos pedirá prestado y que tendrán que pagar «nuestros hijos y nietos».