Cultura

Pericón de Cádiz

En fechas recientes he recibido el libro Las mil y una historias de Pericón de Cádiz, obra de José Luis Ortiz Nuevo y reeditada por ediciones Barataria con prólogo del recordado Fernando Quiñones. Ya tuvimos ocasión de reseñar sus páginas en esta misma sección; ahora les invito a gozar de algunos testimonios en forma de anécdotas que nos transportan, a través de una fácil y cercana lectura, a ese Cádiz ancestral y las posturas vitales de sus hijos predilectos, como es el caso de Juan Martínez Vílches. Una forma de entender el mundo que va mucho más allá de esa primera capa que nos puede parecer graciosa sin más. Ya que el verdadero humor gaditano es el que nace de suavizar la propia tragedia personal para esconderla tras la máscara del creíble embuste y la mágica fantasía.

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He ahí su gran fuerza expresiva. Me quedo con algunas de esas anécdotas que son verdaderas obras de arte. Como aquella que Pericón pone en la voz del gran Ignacio Ezpeleta: «Mi niño José nació mundo; mi niño José era mundo. Y claro, en mi casa, mi mujer y yo estábamos siempre muertecitos. Los dos horrorizaítos: 'Ná, que nos ha salido mudo'. Y mudo estuvo hasta los catorce años, y a los catorce años rompió el habla: vio una pila de moniatos, y había una pila de moniatos tan grande que le impresionó, y me dijo: -Papá, yo quiero ese boniato. Y claro, fui y le compré el boniato». ¿Qué arte más grande!

Original resulta el recuento de accidentes de la explosión de San Severiano: «Cuando llegó la onda a Antonio el de la Privaílla se le quedó el gollete de una botella que tenía una vela mirando pa`bajo, sin partirse ni ná; en casa de los Melu las cortinas se quedaron cortás como si las hubieran cortao con unas tijeras; en la puerta donde explotaron las bombas a un marinero lo dejó como un papel de fumá, pegao a la paré y al otro no le pasó ná; a un chiquillo la onda lo llevó dando volteretas hasta la plaza de toros y cuando paró estaba vivo pero la onda lo había dejao encueros; por el puente de San Severiano iba un hombre montao en un borrico y la explosión se llevó la cabeza del borrico y al hombre no le pasó ná... Y no pasó más gracias a las murallas de Puerta Tierra, que con el espesor tan grande que tienen no se rompieron y cuando llegó la onda, la desviaron pá los cielos, pá el firmamento y no pasó más».

¿Olé, el parte de la CNN, vaya!