ORGULLOSO. Paquillo posa tras la carrera junto al cronómetro que marca su tiempo. / EFE
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Paquillo bate el récord del mundo de 10.000 metros marcha

El granadino rebasó la marca de Ivano Brugnetti en la pista de Tenerife

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Paquillo mandó este domingo un telegrama a cada uno de sus rivales. El último fue dirigido a Cuenca, a Ecuador, al buzón de Jefferson Pérez, el tricampeón mundial, el favorito para los Juegos Olímpicos. El mensaje era muy escueto: 37:53.09. El marchador español trituró el récord del mundo que llevaba la etiqueta de Ivano Brugnetti (37:58.06) gracias a su andar portentoso sobre la pista del Centro Insular de Atletismo de Tenerife (CIAT). Un ritmo salvaje. A tres minutos y 47 segundos cada kilómetro. Como un reloj. Sólo el desfase de un segundo arriba, un segundo abajo, no más, en cada parcial. Vuelta a vuelta. Un slalom continuo, tragándose rivales sin parar. Uno detrás de otro. El pulsómetro le manda avisos. Un máximo de 200 pulsaciones por minuto. Hasta que se topó con el cronómetro que anunciaba el récord. Y por encima, en el horizonte, despuntan ya los Juegos Olímpicos.

«Este éxito es para mí, aunque está claro que llamará la atención de mis rivales. Esto me da mucha moral para ir a Pekín, donde mi objetivo será ganar una medalla. Me iré contento con cualquiera de las tres». Palabras de arena. Se las lleva el viento. Un portento como Paquillo, con un manojo de medallas en casa, se prepara para ser campeón olímpico. Y más esta vez. Esta será la última ocasión en que haga los 20 km en unos Juegos Olímpicos. En Londres, dentro de cuatro años, dará el salto a los 50.

El reloj no engaña. Paquillo está en plenitud a dos semanas de los Juegos Olímpicos. Aunque no se embriaga con su récord mundial.



«Estoy en el mejor momento de forma de mi vida, pero los Juegos son otra historia. No tienen nada que ver con esto. En Pekín serán 20 kilómetros y en unas condiciones mucho más exigentes. Allí el favorito será Jefferson». El granadino ha aprendido la lección. El discurso, antes de algunos duelos ante el ecuatoriano, era diferente. Antes, el mensaje era que él iba a por el oro y que le daba igual Jefferson Pérez, un competidor irrompible, el hombre de la cabeza de granito. El cronómetro encumbra a Paquillo; el palmarés, a Jefferson.

En casa de Paquillo, en Guadix, al lado de las cuevas, siempre hay una maleta hecha. El atleta de 31 años no para desde que le tutela Robert Korzeniewski. Este año ha aterrizado en Polonia, Méjico, Sudáfrica y Font Romeu. Ahora descansará unos días en su hogar y el 3 de agosto cogerá la maleta y volará hasta Matsue, en Japón. Allí estableció su cuartel general el año pasado antes de competir en el Mundial de Osaka. Y allí, 12 meses después, intentará asimilar el endurecimiento del clima. Más calor. Más humedad. El recuerdo agonizante de Osaka. Una tortura a la que este año se incorpora la polución.