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Navajazos a la juventud londinense

La muerte de veinte adolescentes por arma blanca en lo que va de año en la capital británica dispara la alarma y obliga al Gobierno Brown a adoptar medidas

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Un póster de un retrato en blanco y negro de Ben Kinsella recuerda el lugar en el que le asestaron varias puñaladas el 29 de junio. En la esquina que forman York Way y North Road, en la línea divisoria entre los barrios de Camden e Islington, en el norte de Londres, sigue en pie el homenaje que amigos y familiares de aquel joven de 16 años empezaron y vecinos e incluso desconocidos han continuado. Sólo algunas flores marchitas y dedicatorias medio borradas por la lluvia evidencian que han pasado ya dos semanas desde aquella fatídica madrugada en la que Ben había salido a festejar con sus amigos el fin de exámenes en 'Shillibeers', un pub cercano.

Nadie pasa de largo; es imposible no detenerse unos minutos ante una hilera de veinte metros formada por todo tipo de objetos: desde un uniforme de su colegio a una bufanda del Arsenal, pasando por un balón de rugby o cuadros enmarcados con fotos de distintos momentos felices de su vida. Es difícil no soltar una lágrima, incluso si se es un desconocido como el transeúnte que trabaja en la zona pero no llegó a conocer al chaval. Aun así, deja primero su cadena, una cruz plateada, y minutos después deposita junto a la foto su gorra de béisbol. Mientras, la madre de uno de los amigos de Ben se arrodilla: «Vengo todos los días a encender esta vela; me lo ha pedido mi hijo; él no tiene fuerzas para acercarse hasta aquí. Está destrozado».

Aunque ya han sentado en el banquillo a los tres adolescentes acusados por su asesinato y también a los implicados supuestamente de la muerte cinco días después de Shakilus Towsend, de 16 años, que murió después de que ser golpeado con un bate de béisbol y acuchillado en el sur de Londres, la espiral de violencia entre los jóvenes londinenses no se detiene. Veinte adolescentes (menores de 20 años) han muerto de manera violenta en Londres desde enero -el último el pasado jueves-, la mayoría acuchillados. La cifra aumenta ostensiblemente si consideramos los jóvenes hasta 25 años.

Mano dura policial

La Policía ha recibido luz verde para aplicar mano dura. Su presencia es más visible en algunas zonas de la capital y ahora es habitual ver a agentes cachear a jóvenes o hacerles pasar por detectores de metales. En Londres funcionan en la actualidad 244 como los usados en los aeropuertos, que también se instalarán en algunas escuelas, y además 550 escáneres manuales.

El pasado 19 de mayo comenzó en la capital la 'Operación Blunt II'. Desde entonces y hasta el pasado 29 de junio, Scotland Yard llevó a cabo casi 27.000 cacheos, arrestó a más 1.200 personas por delitos relacionados con cuchillos y navajas y requisó 528. Ahora, además, casi todos los arrestados son acusados, siempre que haya pruebas, mientras que antes sólo eran amonestados.

«Sabemos que nuestras acciones tienen un impacto en todos los jóvenes londinenses, la gran mayoría no porta cuchillos ni está involucrado en bandas», comenta el inspector de Policía, Paul Stephenson. De hecho, Ben Kinsella, como otros muchos chicos de su edad, se había comprometido a poner su granito de arena para acabar con el problema. Curiosamente, tanto él como David Idowu, de 14 años, que murió el pasado lunes, habían preparado discursos sobre los delitos por arma blanca para un certamen juvenil. Según los padres de éste, «de mayor quería ser político para cambiar el mundo».

«Los medios de comunicación se centran cada vez más en adolescentes 'hoodies' (encapuchados) y criminales, y eso hace que los jóvenes sientan que son tratados injustamente. La mayoría de los adolescentes están hartos de que se les estereotipe y quieren ser parte de la solución», señala Jez Sweetland, el director de Speakers Bank, la organización que preparó a Ben y a David para el concurso en el que el segundo no alcanzó a participar.

Pero Ben incluso había ido más allá. Su familia encontró una carta que había escrito al primer ministro Gordon Brown, pero que nunca llegó a enviar. En ella, publicada tras su muerte en el diario 'Sun', decía que un factor clave era la falta de respeto y de confianza entre padres e hijos, lo que llevaba a que los jóvenes se quedasen en la calle hasta tarde y se viesen involucrados en actos violentos.

El estudiante de último curso de enseñanza obligatoria le pedía a Brown que siguiese el ejemplo de Nueva York y proponía soluciones: que construyesen clubes juveniles para que los adolescentes «no estuviesen por ahí buscando peleas con transeúntes inocentes» y proponía un toque de queda a las 10 de la noche para los menores de dieciocho. El periódico prometió a la familia que entregaría la carta al 'premier'.

Los londinenses se sienten contrariados ante una espiral de violencia juvenil de la que no han sido testigos anteriormente. Según Scotland Yard, entre abril del año pasado y marzo de este año el número de delitos con cuchillos cayó un 15,7%. Sin embargo, el número de jóvenes menores de 20 años que han muerto asesinados se ha triplicado en los últimos tres.

Todos coinciden, como el recién estrenado alcalde de Londres, el conservador Boris Johnson, en que «debemos trabajar duro juntos (sociedad, políticos y fuerzas de seguridad) para invertir esta terrible tendencia». El líder 'tory', David Cameron, propuso esta semana luchar contra lo que ya ha pasado a describirse como 'la epidemia de los cuchillos', metiendo en la cárcel a cualquier persona que porte un arma blanca.

Brown ha prometido publicar un plan intergubernamental para afrontar el crimen juvenil en el que su equipo ha trabajando en los últimos meses. En él, contempla la revisión de las condenas y nuevas medidas para la prevención de delitos como programas para padres e hijos en las zonas más problemáticas. «Continuaremos dejando absolutamente claro que llevar un cuchillo es inaceptable en nuestra sociedad», concluyó.