OBJETIVO CUMPLIDO. Carmen Briceño, en la residencia Adema / FRANCIS JIMÉNEZ
Ciudadanos

«Vine a España a trabajar»

Tras varios años de bonanza económica, muchos inmigrantes esperan una oportunidad para salir del paro y seguir enviando dinero a sus familias

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

El primer mundo está a un paso del Estrecho, y más cerca aún cuando además del pasaje de embarque en la maleta se incluye un contrato de trabajo. Pero las ilusiones pinchan con la caída del boom inmobiliario y los miles de empleos que se han perdido en la construcción. El paro entre inmigrantes aumentó en Andalucía un 39,15% en abril, un porcentaje que traducido a cifras supone un total del 7.523 parados más que en el mismo periodo de 2007, de los que 2.375 corresponden a la provincia de Cádiz, según los datos del Ministerio de Trabajo e Inmigración.

Taieb Aabid es uno de los más de dos millares de extranjeros que están a la espera de una nueva oferta de empleo. Tiene 33 años y llegó hace casi tres a España para trabajar en Jerez, donde vive ahora. En principio la aventura era sólo para seis meses, pero entre sus proyectos no estaba el de volver de inmediato. Taieb dejó en Casablanca a su madre y sus cuatro hermanas menores. Se ha convertido en el cabeza de familia y las tiene que sacar adelante. «Es mi responsabilidad», asegura y con los sueldos en España puede mantenerlas mucho mejor.

Marroquí de nacimiento y gaditano de acogida, ha hecho casi de todo desde que llegó: peón de albañil, mozo de almacén, vigilante de seguridad, una profesión nueva cada pocos meses o cada pocos días, según manden las circustancias. Y desde hace un tiempo la cosa pinta negra. Lleva un par de meses en paro, pero no le falta voluntad: curso que se presenta, curso que aprovecha. Precisamente ésta misma semana recogía el título que lo acredita como auxiliar de ayuda a domicilio que imparte La Cruz Roja junto a 17 compañeros más, todos esperanzados en las posibilidades de este diploma. «Me gusta mucho Cádiz y después de hacer las prácticas creo que me va a abrir puertas», asegura con un español casi perfecto.

Las oportunidades son pocas y más en la provincia con mayor índice de paro de todo el país. Bien lo sabe Amadou Ousmane, que exhibe orgulloso su permiso de residencia, pero ahora también se encuentar en situación de desempleo.

Amadou llegó a España con un contrato temporal para trabajar como obrero de la construcción y también terminó salpicado tras reventar la burbuja inmobiliaria. Es senegalés y deja en su país mujer e hijos. Como Taieb no ha vuelto a ver a los suyos desde que llegó, pero lo que más le preocupa es no tener para mandarles. La semana pasada también recogía su diploma del curso de reponedor y cajero de grandes superficies. Para Amadou conseguir un trabajo indefinido le permitirá tirar de su familia, una opción que no descarta.

Sin papeles

De momento su situación es regular y así lo tiene por escrito para un año más, pero si la cosa sigue como hasta ahora tocará hacer la maleta o enfrentarse a lo que supone ser un indocumentado. Todo un trance por el que ya ha pasado Carmen Briceño. Peruana, nacida en Piura, cerca de la frontera con Ecuador, llegó a España hace cinco años con un contrato de empleada doméstica que presumía ser legal, pero al validar el documento, resultó ser ilegal.

En ese momento el nuevo futuro en el mundo desarrollado se convirtió en un ir y venir de visitas a la Oficina de Inmigración de Madrid con orden de repatriación incluida. «De un día para otro te metes en el infierno de no tener papeles y todo es miedo», asegura Carmen. «Llegar a Madrid fue lo peor, me alimentaba en comedores de beneficiencia y durante el día vagaba por las calles». Se acordaba de su empleo como conductora de mototaxi en Piura, de sus cinco hijos que se habían quedado con su madre y de la alegría con la que la despidieron en el aeropuerto. Volver no era siquiera una posibilidad.

Y de la pesadilla madrileña a la esperanza gaditana. Salió una oferta para El Puerto de Santa María en la que le ofrecieron un trabajo como interna para cuidar a una enferma de esclerosis. Lejos de regularizar su situación en España el empleador aprovechó la coyuntura para para mantenerla en la casa sin días libres ni posibilidad de salir bajo amenaza de denuncia. Si no querías problemas, ahí tienes dos tazas.

Con la entrada en vigor de la nueva Ley de Extranjería se revisó su caso y finalmente consiguió el permiso de residencia con el que pudo optar a una posibilidad de regularizar su situación.

«De aquí no me mueve nadie», dice con la seguridad de un contrato indefinido desde noviembre. De empleo en empleo, finalmente consiguió un puesto como auxiliar de geriatría en la Residencia de Ancianos Adema. Ahora muestra éste puesto con orgullo en la sección de experiencia laboral de su curriculum, que engorda siempre que puede con algún curso, como el de la Cruz Roja. «Quiero aprender y mejorar cada día para que la gente no me vea como una extranjera», insiste.