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Tetón

Las cosas pueden mirarse desde arriba o desde abajo y Sin tetas no hay paraíso, el culebrón narcosexual de Telecinco, también. Por lo alto se ve la gran gala organizada por la cadena para ponerle broche. Por lo bajo, lo que queda es la queja de insoportable explotación, que realizan los trabajadores de la productora Grundy. Respecto a las cifras de audiencia, no puede discutirse el éxito: se despide con un share del 28%, la mejor cifra obtenida por la serie. Y si lo que miramos es la calidad del relato, constataremos una acumulación de tópicos por minuto realmente asombrosa. Una nota técnica: da la impresión de que han querido imprimir al producto un sello distintivo a base de tratar la luz y el color de la imagen (lo que hace CSI) y el resultado ha sido más bien pobre. Y una nota literaria: la administración de la intriga apunta tan descaradamente a la sorpresa, que el espectador está avisado y sabe lo que va a pasar.

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Como sería injusto no subrayar algo positivo, me parece cabal destacar el trabajo de quien hace la mejor interpretación en Sin tetas: Cuca Escribano, que da carne a Fina, la madre de la protagonista. Me parece que es el papel más difícil ya que la Escribano tiene que ser al tiempo una mujer hermosa y una mujer vulgar, un espíritu atribulado y un carácter afirmativo, un temperamento frágil y una madre luchadora. Poner en acción tantas contradicciones no está al alcance de cualquiera, y sin embargo, consigue darle al personaje una enorme credibilidad, incluso cuando la involuntariamente cómica desmesura del guión hace inverosímil lo que está pasando. La escena culminante del cierre de temporada -la muerte del hijo- la satisface Cuca sin el menor reproche. No sé cómo será la segunda parte de la historia, pero la productora no se equivocará si da más fuste a ese personaje. En otro orden de cosas, esta serie ha conseguido algo importante: que la gente la vea como un relato de ficción y no como un modelo de comportamiento social, que habría dado lugar a una polémica bastante absurda. Al final, la moraleja es esta: sin tetas no hay paraíso, pero con ellas, tampoco. El paraíso no depende de las glándulas mamarias. Mala noticia para el gremio de la cirugía.