ONCE METROS. Los sevillistas observan los lanzamientos. / EFE
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Los penaltis dejan fuera de Europa a un Sevilla que no remata al Fenerbahçe

El Sevilla cayó en los octavos de final de la forma más agónica, en los penaltis. El portero turco, Volkan Demirel, se convirtió en el héroe del partido al parar tres penas máximas a los jugadores hispalenses. De esta manera, el portero criado en la cantera del modesto Kartalspor paso de villano a héroe en apenas dos horas. Porque el guardameta regaló dos goles al comienzo del duelo que puso muy difíciles las cosas a los suyos.

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El fallo inicial de Demirel coincidió con el primer disparo del Sevilla. Daniel Alves lanzó una falta y el portero erró al despejar. Quería despejar de puños, para aprovechar la fuerza del disparo, y se metió el balón dentro. La pesadilla continúo cinco minutos después, cuando se comió un tiro lejano de Keita. La afición estalló de alegría.

A pesar de los dos golpes, el Fenerbahçe no se rendía. Zico quería ver el balón lejos de su área para evitar problemas. Y sus hombres lo hicieron a la perfección. Se recuperaron de los dos goles y se fueron a por Palop. Deivid tenía un hambre de gol inusitado. Remataba cualquier balón que cayera por el área. Así logró el 2-1, que fue neutralizado por el tanto de Kanouté.

El pánico

A pesar del resultado, de jugar en casa y de la calidad de sus jugadores, el Sevilla se asustó. De forma incomprensible, empezó a regalar metros al Fenerbahçe, a encerrarse en su campo. Ya no poseía el balón y los turcos estaban tranquilos. No tenían ninguna prisa en su asedio. A pesar de que las oportunidades eran claras (Poulsen sacó un balón en la línea) no se desesperaban.

El Fenerbahçe fue poco a poco hacia la portería de Palop. Trenzaban diagonales, buscando a Deivid. Y si esto no funcionaba, siempre estaban las faltas frontales. Como pasó en Estambul, el Sevilla se comió todos los balones aéreos; y como sucedió en el Sükrü Saracoglu, regaló el segundo gol otomano. Deivid remató solo al palo, cogió el rechace y marco a placer..

En el tiempo extra, se repitió el mismo guión, aunque con más cansancio. Los sevillistas no se entendían y regalaban el balón al contrario. Por su parte, el Fenerbahçe empezó a pagar el asedio continúo. El Sevilla sacó los arrestos finales intentar el gol que evitara los penaltis. Pero la suerte estaba echada.