Editorial

Reivindicación familiar

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a nutrida concentración de cientos de miles de personas que secundaron el Encuentro de las Familias ayer domingo en el centro de Madrid, representa el éxito y la exteriorización de un potente movimiento de defensa de la familia cristiana que coexiste, como una incontestable realidad en la sociedad española, con otras sensibilidades defensoras de un concepto más amplio tanto del mismo matrimonio como de las variables del propio núcleo familiar. La gran congregación cívico religiosa en torno a la cúspide de la jerarquía eclesiástica y los más significados impulsores de los movimientos eclesiales y catecumenales pone de manifiesto que las corrientes defensoras de la familia tradicional no constituyen una realidad marginal ni sectaria en España sino que gozan de una notable vitalidad que les permite representar, con fuerza, los principios del matrimonio indisoluble y heterosexual como basamento de la única realidad familiar que defienden. Aunque por momentos algunos oradores del acto que contó con la carismática presencial audiovisual de Su Santidad Benedicto XVI, vertieron ácidas críticas a la política del gobierno en materia de legislación civil y educativa, el conjunto del encuentro se desarrolló en un admirable clima de moderación y despolitización que otorgó un carácter exclusivamente eclesial a la defensa de la familia cristiana. La Iglesia y las organizaciones catecumenales tiene toda la legitimidad para hacerse visibles en la escena pública española y a intentar influir -del mismo modo que otras opciones de carácter laico o aconfesional- en la materialización legislativa de los derechos, principios y estilos de vida que desde el poder civil vayan emanando hacia la sociedad española. Es precisamente la confluencia y contraste de sensibilidades y creencias el terreno más fructífero donde se va construyendo una sociedad civil en armonía con sus plurales corrientes de pensamiento cívico y religioso.