ÉXITO. El concierto de 'El Ciagala' cautivó a músicos y al propio público. / EFE
Cultura

'Dos lágrimas' reúne en Quito a más de 6.000 personas

El Teatro Nacional de la Casa de la Cultura de la localidad ecuatoriana acogió un espectáculo de arte jondo y jazz

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El cantaor Diego Ramón Jiménez, El Cigala, presentó en Quito su último trabajo Dos lágrimas, una joya de fusión entre flamenco, jazz y son, que envolvió a más de 6.000 personas en el Teatro Nacional de la Casa de la Cultura Ecuatoriana.

El espectáculo encantó a los fanáticos quiteños que abarrotaron anoche el Teatro Nacional, sobre todo porque El Cigala sorteaba con arte, de ida y vuelta, la delgada línea que separa al jazz del son cubano, pero al final siempre estaba él, con su voz flamenca.

La mítica Lágrimas negras fue un ejemplo del virtuosismo de El Cigala y sus músicos que, por su parte, se entregaron al público por completo, en una verdadera armonía musical.

En algunos pasajes del concierto, el cantaor también hizo silencio, para dar paso a los magistrales solos de piano de Jaime Calabuch, a la vibrante guitarra de Diego del Morao, a la alegría del contrabajo de Yelsy Heredia y a la preciosa percusión de cajón de Sabú Porrina.

Incluso, El Cigala, al igual que otros presentes, alentaban con olés las ejecuciones en solitario de los músicos, que rompían siempre en un arrabal de aplausos.

Con su voz de temple, el cantaor también hizo callar al público, cuando, en flamenco puro, cantaba ¿Y tú quién eres?, acompañado de Diego del Morao, una melancólica melodía que será usada en una producción cinematográfica sobre el mal de Alzheimer.

Recuerdos

Historia de un amor, Bravo y Compasión también formaron parte de las Dos lágrimas del cantaor flamenco, canciones que parecen ser una continuación de su álbum Lágrimas negras, del cual sacó a lucir Corazón loco y La bien pagá.

El Cigala, al comenzar el concierto, dijo estar a gusto, y esa actitud la mantuvo hasta el final, cuando al compás de las palmas de sus músicos y de la guitarra de Morao, se atrevió a dar unos pasos de flamenco, pero sólo para salir del escenario y terminar con el espectáculo. Por tres ocasiones, tras finalizar su repertorio oficial, el cantaor tuvo que volver al escenario ante la insistencia del público que, de pie, pedía más y más.

Al final de todo, sólo quedaron las luces y el público abandonó el Teatro Nacional, pero en las afueras, vendedores ofrecían los discos de El Cigala a decenas de personas que querían llevarse el concierto a casa.