La muerte del padre de Arantxa Sánchez Vicario propicia un frío acercamiento familiar

La laureada extenista viajará hoy a Barcelona para asistir al funeral y arropar a su madre

MADRID Actualizado: Guardar
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Una familia fracturada por la mala gestión del éxito. Una pugna legal que acabó sacando a la luz lo peor de sí mismos. Y un acuerdo de paz tardío que nunca logró resarcir las heridas del pasado. Los capítulos más recientes de la vida de Arantxa Sánchez Vicario guardan poca relación con sus aclamados logros deportivos y su excelso palmarés. La que fuera niña prodigio del tenis acabó dinamitando su imagen por los reiterados enfrentamientos con sus progenitores y sus hermanos en los tribunales. La madrugada de ayer fallecía su padre, Emilio Sánchez, a los 83 años por un fallo multiorgánico en la clínica Quirón de Barcelona, donde llevaba ingresado desde principios de diciembre. Los restos del fallecido han sido trasladados al tanatorio Les Corts y el próximo sábado al mediodía, a las 12.00 horas, se celebrará un servicio religioso en su memoria.

Sólo el agravado estado de salud de Emilio propició un gélido acercamiento entre la laureada tenista y su progenitor. El pasado fin de semana, la triple campeona de Roland Garros viajó desde Miami, donde reside con su segundo marido Josep Santacana, hasta Barcelona para despedirse de su padre, con un avanzado estado de alzhéimer. «Ha sido muy importante que Arantxa haya venido a ver a su padre en sus últimos momentos», declaró su madre Marisa, a la salida del hospital. Está previsto que Arantxa regrese hoy de nuevo a España para asistir al funeral.

Sánchez Vicario no puede evitar las lágrimas durante la presentación de sus memorias
Sánchez Vicario no puede evitar las lágrimas durante la presentación de sus memorias - INÉS BAUCELLS

La idílica imagen de familia bien avenida, siempre respaldando a Arantxa ante sus desafíos deportivos, saltó por los aires en febrero de 2012, tras la publicación de un incendiario libro biográfico en el que acusa directamente a sus padres de haberla arruinado. «Me han dejado sin nada, estoy endeudada con Hacienda y mis propiedades son muy inferiores a las que tiene mi hermano Javier, que a lo largo de su vida ha ganado mucho menos que yo», aseguraba en su libro «Arantxa ¡Vamos! Memorias de una lucha, una vida y una mujer». Según se desprende de la controvertida publicación, su familia disfrutaba de plenos poderes para decidir y gestionar las ganancias de su victoriosa carrera deportiva, mientras que ella se limitaba «a jugar, a ganar y a callar».

En noviembre de ese mismo año, la extenista presentó una querella contra su padre, su hermano Javier, el abogado Bonaventura Castellanos y el economista Francisco de Paula por supuestamente haberse apropiado de más de 16 millones de euros de su fortuna.

Los padres de Arantxa Sánchez Vicario, Marisa y Emilio, en una imagen de archivo
Los padres de Arantxa Sánchez Vicario, Marisa y Emilio, en una imagen de archivo - KORPA

Desde entonces, la relación con los suyos se limitó a una comunicación mediante abogados y citas judiciales. Su litigio acabó convirtiéndose en carne de cañón para la prensa que día sí día también se hizo eco de los trapos sucios que los propios implicados se encargaban de airear. «Actualmente no guardo ningún tipo de relación con nadie de mi familia», declaró en más de una ocasión la propia Arantxa.

En verano de 2015, hastiada de la interminable batalla legal, la extenista enterró el hacha de guerra y alcanzó un acuerdo con sus progenitores desactivando la causa judicial contra ellos. A cambio, recuperó el uso de dos inmuebles que ni siquiera constan a su nombre: un piso en la céntrica avenida Diagonal de Barcelona –donde vivían sus padres desde hace 20 años– y una casa de veraneo en la Costa Brava.

Esa reconciliación legal sólo instauró en la familia una paz ficticia que nunca se tradujo en un acercamiento real. Demasiadas diferencias enquistadas para dejar el pasado atrás.

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