Alba Carrillo y Feliciano López en diciembre de 2015
Alba Carrillo y Feliciano López en diciembre de 2015 - GSR

Los escándalos no salen rentables

El divorcio de Feliciano López y Alba Carrillo ha dejado en ambos una pésima reputación. Su imagen de marca, fuente de buena parte de sus ingresos, se ha visto muy deteriorada

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Las marcas y los patrocinadores huyen de los escándalos. Más todavía si tienen gran alcance mediático. Si no que se lo digan a Isabel Preysler, que ninguno de sus divorcios (y noviazgos) han causado tanta expectación como el que han protagonizado Alba Carrillo y Feliciano López. Además de embolsarse 60.000 euros por acudir a «Sálvame Deluxe» y airear los detalles de su ruptura sentimental, Alba ha interpretado el papel de mujer despechada. Feliciano, por su parte, ha preferido no dar detalles sobre el final de su divorcio. El papel cuché ha asistido durante los últimos nueve meses a una guerra mediática con acusaciones muy graves por parte de los dos. Ambos han jugado sus cartas. Feliciano pasó de ser culpable a inocente ( igual que de heterosexual a «bisexual»

); y Alba, al revés.

Sin entrar en vencedores ni vencidos, a la ya expareja no le ha venido nada bien este circo mediático. Según las últimas estadísticas de la agencia Personality Media -que asesora a las empresas para que elijan correctamente a un personaje famoso para una campaña de publicidad-, los dos salen perdiendo. Hoy en día, comparada con las otras 695 mujeres españolas analizadas en el estudio, « Alba Carrillo se sitúa en el Top 20 de mujeres con una imagen más comprometida y, sin duda, es la mujer cuya imagen pública más se ha visto deteriorada» desde 2014, cuando empezó a colaborar en «Amigas y conocidas», el programa de TVE. En aquel momento solo el 37 por ciento de la población femenina sabía quién era y fue entonces cuando obtuvo sus mejores datos: un 6,1 en «confianza», en «imagen» un 6,3 y un 5,6 la consideraba un «modelo a seguir». El 46 por ciento de las mujeres entre 35 y 44 años sabían quién era y en esta misma franja de edad era donde transmitía mayor «confianza». Estos datos eran aceptables si se tenía en cuenta que a Alba solo se la conocía por participar en «Supermodelo» y su relación con Fonsi Nieto.

Datos muy bajos

La evolución de Alba desde entonces «ha sido muy negativa». A medida que aumenta el porcentaje de mujeres que empiezan a identificarla, y al que transmite una mala imagen, «sus datos empeoran y las mujeres que ya la conocían, se ven sorprendidas por este cambio y empiezan a valorarla negativamente también». Por eso, ese 46 por ciento de mujeres entre 35 y 44 años que sabían de Alba en 2014 (de las cuales solo un 16 por ciento la suspendía en «confianza»), «ha crecido hasta un 69 por ciento de conocimiento, siendo estas mujeres que mejor la conocen y antes mejor la valoraban, donde las valoraciones negativas han aumentado hasta alcanzar un 80 por ciento de suspensos». Otros aspectos como «elegancia» (6,1) y «atractivo» (7,1) también se han visto afectados y han caído casi un punto, aunque siguen siendo las variables en las que más alto puntúa.

El tenista, por su parte, no ha salido tan mal parado. «Mantiene un conocimiento superior al de Alba, llegando al 82 por ciento de la población». Aunque no se puede comparar esta cifra con la de su exmujer porque él es un deportista de élite y a ella se ha hecho popular por sus relaciones amorosas y su colaboración en algunos programas de televisión. Aún así, esta crisis mediática sí ha afectado a Feliciano, «ya que la mayoría de sus variables de imagen han caído entre medio y un punto», pero no han descendido tanto como las de Alba, que han caído entre dos y tres puntos. En el transcurso de 2016 -hay que recordar que la ruptura se supo en junio del pasado año-, ha sido cuando las variables de Feliciano han comenzado a descender. Ahora suspende en «confianza» con un 4,9. En cuanto a elegancia (5,9) y atractivo (6,1) son los datos que menos han bajado y donde más alto puntúa.

Ahora solo hay que esperar a ver cuántos patrocinios conserva el tenista y cuantas marcas cuentan con Alba y los photocalls a los que acude. Las firmas (sobre todo las deportivas) buscan valores seguros a la hora de invertir publicidad. Quieren que los personajes que las representan sean discretos y tengan unos objetivos, estén centrados en su trabajo y transmitan valores positivos. Son muchos los que por un escándalo así han perdido acuerdos publicitarios millonarios. El más sonado fue el de Tiger Woods, en 2009. El golfista y la modelo Elin Nordegren parecían un matrimonio ejemplar hasta que un accidente de coche destapó las infidelidades de él, estallando uno de los mayores escándalos sexuales de la época. Al separarse y protagonizar varias demandas de paternidad, Woods cayó en desgracia. Perdió contratos con Tag Heuer, Gillette, Accenture, AT&T, Gatorade y Golf Digest, lo que se tradujo en 25 millones de dólares que se esfumaron. Otro caso reciente ocurrió en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, cuando el nadador norteamericano Ryan Lochte fingió haber sufrido un asalto armado junto a otros compañeros, cuando en realidad volvía de una fiesta y fue el responsable de numerosos destrozos en una estación de servicio de la ciudad. Por este engaño perdió el respaldo de Speedo -su principal sponsor- y millones de dólares también de Ralph Lauren, Syneron-Candela, Airweave, Gillette, Nissan y Gatorade.

Lo mismo le ocurrió a María Sharapova el año pasado, cuando fue acusada de dopaje. La tenista rusa perdió su contrato con Nike, Porsche y Head. Hasta entonces llegó a ganar 23 millones de dólares en acuerdos publicitarios. Por un caso similar, Lance Armstrong, siete veces ganador del Tour de Francia y superviviente del cáncer, se quedó sin el patrocinio de Nike.

La única que le salió bien parada de una mala conducta fue Kate Moss. Después de que se difundieran unas imágenes donde esnifaba cocaína en unos estudios de Londres, el caché de la adalid del «heroine-chic» se triplicó. A su alrededor se generó un universo de hedonismo y rock sin precedentes.

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