EntrevistaMéndez de Vigo: «La Lomce no se puede derogar. Sería mandar al limbo a ocho millones de niños»

Pocos lo recuerdan, pero Rajoy fue portavoz. Como buen cocinero antes que presidente, le dio un consejo a la nueva voz oficial de La Moncloa: «Sé amable con la prensa»

MADRID Actualizado: Guardar
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Cuando uno es designado portavoz del Gobierno, la letra pequeña dice: tendrá plaza fija en los telediarios de los viernes y debe atender a las preguntas que le hagan, tras el Consejo de Ministros, los pérfidos periodistas. Íñigo Méndez de Vigo (Tetuán, 1956) firmó ese contrato hace veinte días. Mariano Rajoy, que ya fue cocinero –portavoz con Aznar– antes que fraile –presidente del Gobierno–, ya sabe lo que es meterse en el salón de los españoles cada semana contando decretos y tragando quina periodística. Pero, a lo que se ve, no le dio muchos consejos. Solo uno.

Me dijo aquello de «sé amable con ellos aunque ellos no lo sean contigo».

Lo de continuar como ministro de Educación, Cultura y Deporte lo podía sospechar, pero ¿contaba con sustituir a Soraya Sáenz de Santamaría como portavoz?

Cuando me ofreció la primera vez, el 25 de junio de 2015, que fuera ministro lo hizo en Bruselas, donde Rajoy había propuesto a Jacques Delors la distinción de Ciudadano Europeo. Yo le había preparado una pequeña intervención y creí que me llamaba para hablar de ese discurso. Y no, me nombró ministro. Ahora ha sido muy parecido todo, salvo que la designación fue en España. Me llamó por teléfono y me ofreció seguir con esta cartera, y además quería que fuera portavoz. Y aquí estamos.

¿Se puede uno negar?

Mi respuesta fue decirle que ser portavoz era una tarea difícil y que no sabía si estaría a la altura, dado que la vicepresidenta lo había hecho muy bien. Le pregunté si lo había pensado bien.

La nueva voz oficial del Gobierno recibe a ABC consecutivamente en dos de sus lugares de trabajo: el Palacio de la Moncloa y el Ministerio de Cultura, en la madrileña plaza del Rey. Las imágenes de esta entrevista son tomadas en la sede de la Presidencia del Gobierno, y algunas en la sala de prensa del complejo. Por un momento, el ministro se sienta en las sillas que acaban de ocupar [es viernes, 18 de noviembre] los informadores, a los que todavía no conoce, pero está en ello.

¿Le asustan los medios?

No, los respeto. Pero me preocupa hacerlo bien. Los que me conocen saben que intento explicar las cosas, digo la verdad, y que cuando no puedo decir algo digo que no lo puedo contar; y cuando no sé algo, digo que no lo sé y ya me enteraré.

¿Ya se ha enterado de si el Gobierno va a devolver a RTVE la publicidad?

Hay que verlo. Es un cambio de modelo que se produjo en tiempos de Zapatero, y de momento no he tenido tiempo para reflexionar sobre ello.

Si el presidente no le ha dado consejos, supongo que su antecesora sí…

El presidente no da muchos consejos; te nombra. Con la vicepresidenta sí he hablado porque ella presidía la Comisión general de secretarios de Estado y subsecretarios, y por tanto todos los temas de los que informaba en la rueda de prensa los conocía al dedillo. Lo que no es mi caso, ya que yo no asisto y no estoy en el origen de los asuntos. Pero desde luego estamos trabajando muy estrechamente con el gabinete de la vicepresidenta. Cometeré errores, pero apoyo y colaboración tengo al cien por cien.

Rajoy ha reconocido que comunicar, lo que se dice comunicar, el Gobierno no lo ha hecho bien, sobre todo tras el tsunami de la corrupción. ¿Está usted ahora aquí para arreglarlo?

Es que comunicar forma parte de lo que tiene que hacer el político. A mí, por mi faceta universitaria, me ha importado mucho siempre explicarme bien. Pero explicar significa también escuchar a los demás y tomar en consideración lo que te dicen...

Méndez de Vigo anuncia que cuando acabe esta entrevista se marchará a escuchar a Paul Simon, que toca en Madrid. El músico norteamericano interpretará ante 9.000 espectadores la mítica «Brigde over troubled water», ese puente sobre aguas turbulentas que retrata los desvelos de un corazón, pero también de un tiempo convulso. Como el que vive la política española. Sin ir más lejos, hace pocas horas en el Congreso.

Ejerza de periodista y cuénteme cómo se sintió en el hemiciclo tras las palabras del Rey en la apertura de la legislatura.

Mire, me pareció un discurso excelente, equilibrado y profundo, que hacía un recuento de lo que había sucedido en la anterior legislatura y en este año en que hemos tenido un Gobierno en funciones. Y además, me gustó que puntualizara que España es una gran nación, un gran país, con una gran historia y un horizonte de futuro muy esperanzador.

¿Le pareció justa la recepción que tuvo por algunos diputados independentistas y populistas?

Yo me quedo con la inmensa mayoría de la Cámara que aplaudió al Rey. Pero creo también que el respeto por las ideas ajenas es uno de los elementos clave de la educación. Hay un refrán español que dice que lo cortés no quita lo valiente, y otro francés, que yo uso mucho, que sostiene que los ausentes nunca tienen razón.

Tiempos turbulentos que no han hecho más que empezar. ¿Su excompañero Fernández Díaz ha sido la primera en la frente del PP?

Es un caso claro de ruptura de acuerdos. En todos los parlamentos que yo conozco, los puestos de dirección de las mesas –porque no olvide que el presidente de una comisión es aquel que dirige los debates de una mesa– se producen fruto de un acuerdo entre grupos. Y en los parlamentos que conozco, los grupos ponen a las personas que consideran oportuno. Esos son usos parlamentarios que, como letrado en Cortes, estudié que son fuente de derecho.

¿O sea que cuestionar un nombre es cuestionar el sistema?

Como diputado que soy –de Palencia– me parece que, si los grupos comienzan a preguntarse por la idoneidad de los candidatos, nos lo podemos preguntar todos...

¿Lo siente por su excompañero?

Creo que se ha cometido una injusticia como con cualquier persona que, una vez pactado, es rechazada. La dinámica no es positiva porque eso que le ha pasado a Fernández Díaz le puede ocurrir mañana a otro.

Pero no le debería haber sorprendido, porque el nuevo Congreso, sin mayorías, augura muchas dificultades. Hay quien dice que será una legislatura ingobernable para Rajoy...

Las Cortes reflejan el sentir de los españoles. Y es verdad que es un sentir nuevo. Ahora tenemos a cuatro fuerzas y formar mayorías es muy, pero que muy difícil. Pero no se engañe, el Gobierno es plenamente consciente de eso y no quiere, ni ha querido ni va a querer que le den un cheque en blanco para gobernar. Al revés, se va a ganar los apoyos todos los días.

Si el segundo aviso fue Fernández Díaz, el primero fue la Lomce. Le recuerdo en la reciente foto que publicó ABC en portada, tras la propuesta de la oposición en pleno que pedía derogarla, con cara de perplejidad...

Le digo con claridad que esa ley no se puede derogar porque eso sería mandar al limbo a ocho millones doscientos mil niños y niñas y causaría el desconcierto más absoluto en 780.000 docentes. Por tanto, eso no lo vamos a hacer. Pero sí queremos buscar la manera de aplicar razonablemente la ley mientras buscamos ese gran Pacto nacional por la Educación.

¿Suspender la reválida fue un gesto de Rajoy en su investidura para allanar el camino para ese pacto?

Lo de reválida es un término que se ha usado, pero en realidad se trata de evaluaciones. La idea no es usar un filtro para que pasen de clase los chicos y chicas. El objetivo es ver si el sistema cumple su finalidad y que a aquellos centros que necesiten ayuda se les pueda prestar. Lo que vamos a hacer es doble. El presidente ya aludió a suspender el carácter académico de la evaluación de 4º de la ESO y de 2º de Bachillerato. Por tanto, no habrá que pasar ese examen para el título de bachiller.

También hay cambios sobre el acceso a la Universidad

La prueba de acceso hay que hacerla porque hay 224.000 personas que quieren acceder a la Universidad y lo vamos a hacer con las troncales de segundo año. Será un examen pactado con los rectores de las 85 Universidades españolas y estoy muy satisfecho de ese entendimiento. Y en cuarto de la ESO vamos a hacer lo mismo.

¿Fue un error aprobar la LOMCE?

Hay que intentar no demonizar las leyes y ver lo positivo que tienen. Y la Lomce está obteniendo resultados: uno de sus objetivos era rebajar el fracaso electoral, que estaba en el 26,3% de abandono temprano, y hoy estamos en el 19,3% y nos vamos a ir acercando al 15% que fija la UE. También la FP empieza a ser apreciada, y hay que reconocer que esa ley crea un núcleo básico que estudian los niños y niñas con independencia de dónde lo hagan, y eso cohesiona al país.

¿Ese Pacto, que ya intentó su antecesor socialista Ángel Gabilondo, busca fundamentalmente el concurso del PSOE o se abre a otros?

El pacto lo vamos a hacer primero con una subcomisión en el Congreso abierta a que todos incorporen sus propuestas, y el Gobierno lo trasladará a una ley mucho más amplia, con temas como el estatuto del docente, la convivencia escolar, el aprendizaje de lenguas o la revolución tecnológico-digital.

Pero ¿qué le hace pensar que el PSOE vaya a sumarse teniendo en cuenta que sus primeros movimientos en el Congreso han sido interpretados como un intento por hacerse perdonar ante sus votantes su abstención a Rajoy?

La historia de España de los siglos XIX y XX fue la historia de una facción que llegaba al poder y hacía su Constitución, y cuando llegaba la otra, imponía la suya. Y eso ha dado lugar a una larga lista de constituciones y a resultados políticos indeseados. Creo que en 1977 acabamos con esa dinámica y logramos un marco político que nos cobija a todos, incluso a los que no están de acuerdo con la Constitución de 1978. Pues ahora hay que hacerlo con la educación. La gente quiere que nos pongamos de acuerdo, y eso está abierto a quien quiera trabajar lealmente. Pero, como se ha puesto de moda en la UE, para bailar el tango hacen falta dos.

Hablando de PP y PSOE, ¿por qué es tan difícil en España una gran coalición como la que disfrutan en la mayor parte de los países europeos? ¿Qué parte de culpa tienen ustedes, los políticos?

Es que en España hay una gran desconfianza entre los partidos. En nuestro país se dicen palabras gruesas y se vierten descalificaciones que luego hacen muy difícil llegar a acuerdos. Y eso no sucede en otros parlamentos.

¿Se refiere a que cuando se sube tanto el nivel luego es muy difícil abstenerse para que gobierne otra fuerza?

Se va demasiado lejos en las campañas, para luego echar marcha atrás. Cuando uno humilla y veja al contrario es sumamente difícil explicar a los ciudadanos que vas a llegar a un acuerdo con aquel al que has despreciado.

¿Y eso es seña de identidad de populistas como Pablo Iglesias o Donald Trump o de también de los políticos tradicionales?

Mire, aunque no lo parezca, España está siendo una excepción en eso del populismo. Si hace usted un recorrido verá que Mariano Rajoy es de los poquitos que repiten. Y lo digo en honor de los españoles. Por ejemplo, un tema que es bandera populista en la mayor parte de los países es el desprecio al otro, el usar la inmigración como un espantajo; pero en España no se ha hecho, y eso habla muy bien de nosotros. Tenemos que dejar de autoflagelarnos, porque nos vemos nosotros peor de lo que nos ven los demás.

Hace unas horas la fotografía de la despedida de los líderes europeos a Barak Obama parecía un funeral. Estaba Renzi, con un referéndum que puede hacerle dimitir; Teresa May, con el Brexit; Hollande al que la extrema derecha le pisa los talones en El Elíseo; Merkel, a la que el populismo también acecha en las urnas; y Rajoy del que la canciller dice que tiene piel de elefante porque todo lo supera. ¿Está de acuerdo?

Es que cuando el Gobierno asumió sus funciones en 2011 conseguimos que dos colectivos muy sensibles, como los pensionistas y los desempleados, no vieran mermadas sus condiciones. Y logramos mantener el Estado del bienestar gracias al esfuerzo de los españoles y con mucho mérito de los profesionales educativos y sanitarios. En otros países la quiebra social ha sido mayor y eso se ha traducido en que, en un mundo sometido a terremotos políticos, España ha sabido reconocer cómo Rajoy ha solventado la crisis más profunda de los últimos cuarenta años.

Como secretario de Estado usted ha conocido bien los entresijos de la UE. ¿Debe contener el aliento ante la llegada de Trump a la Casa Blanca?

Trump no es un político al uso, y por tanto lo que vaya a hacer es una incógnita. A Obama lo conocíamos como senador, y a Hillary Clinton también, y además como secretaria de Estado. Y todos sabemos que las campañas tienden al trazo muy grueso.

¿El populismo ha venido para quedarse?

Si yo fuera adivino me dedicaría a acertar la quiniela. Sin duda, tienen un momento de nacimiento con una crisis profunda, la globalización y las nuevas tecnologías. El populismo se caracteriza por su busca de soluciones simplistas y un enemigo enfrente. Por ejemplo, con eso de que todo se arregla con que paguen más impuestos los ricos...

Hablando de impuestos, ¿Va a subir Rajoy el de Sociedades y los especiales?

Es prematuro. El PP no tiene vocación de subir impuestos, pero hay que mantener el Estado del bienestar, que es un signo de identidad de Europa.

¿Pactarán los presupuestos con el PSOE o con el PNV?

Lo que no entiendo es que no se quiera apoyar los presupuestos sin conocerlos.

¿Arreglará su antecesora el problema del desafío independentista?

Lo que no se puede pedir a ningún Gobierno es que vulnere la Constitución. Yo he jurado ante el Rey guardarla y hacerla guardar. El presidente ha dicho que quiere hablar dentro del marco de la ley. Se hará. La Constitución se puede cambiar, pero si se tienen las mayorías necesarias para ello y nunca por la puerta de atrás. Solo la Biblia ha sido escrita para perdurar miles de años.

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