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Hércules-Cádiz CF: Los leones doman a Hércules y rugirán en Segunda

Un gol de Güiza firma el capítulo final de una historia llena de sufrimientos y una rúbrica legendaria: Carranza ya es de plata

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Aridane y varios jugadores del Cádiz CF celebran el gol de Güiza en Alicante
Aridane y varios jugadores del Cádiz CF celebran el gol de Güiza en Alicante

Los leones doman a Hércules. Ya se escucha su rugido, su inconfundible figura se adivina en la jungla de plata. El Cádiz CF ha vuelto. A ese lugar que en los últimos años sólo existía en la imaginación, donde tanto lo esperan y que alcanza cuando menos se lo esperaba. El mínimo espacio que merece abarcar una hinchada que celebra un ascenso a Segunda como una Liga de Campeones, sabiendo que ni diez Mundiales servirían para mitigar tanto dolor sufrido ni para devolver tanto cariño regalado.

El Cádiz CF. El de los milagros y las hazañas imposibles, el de las pifias y los desastres incontables, asciende a Segunda División A. Entraba al 'play off' por la gatera y sale por la puerta grande como los mejores maestros, con la estocada final del diestro Güiza que rubricaba el epílogo de aquella noche de verano de 2015, cuando se anunciaba la llegada del otrora enemigo, ahora héroe entre los héroes.

Cinco victorias consecutivas en el momento escogido para los dioses; el único cuarto clasificado que con este formato logra la machada; y rubricando el trabajo en la tierra donde se hundían tantos sueños hace ocho años. Porque de aquellos polvos vinieron estos lodos. Cadistas, queda claro que el destino, la providencia, la fortuna, guardaban en su ser esa historia para contar a los nietos. Nadie puede ser tan cruel, siempre hay un resquicio de luz en la completa oscuridad.

Con el corazón desbocado y el alma suspendida en el cielo de Alicante. Once hombres de amarillo saltaban al terreno de juego con el sueño de toda una hinchada que representa una filosofía de vida. En un instante, el reloj se detenía, la existencia quedaba congelada, el silencio interior aturdía los oídos y sacudía el cuerpo de una afición todavía joven que ha envejecido a cada golpe de infortunio.

En esa milésima de segundo, imperceptible para alguien ajeno al sufrimiento cadista de los últimos ocho años, con escasas gotas de alegría en mitad del desierto, se sucedieron episodios que han de guardar polvo al fondo del baúl de los recuerdos. Esas lágrimas de Alicante dolían como si fuera ayer, escocían, un dolor incluso físico. Y Güiza tocaba el balón desde el centro del campo. Comienza la contienda, la madre de todas las batallas.

Con el aliento entrecortado se avista a un Cádiz CF de sobra conocido. El conservador Cervera tiraba de tradición y plantaba el once de Santander con el recuperado Alvarito en punta de ataque. Capacidad y superstición de una figura que merece una estatua a las puertas del Ramón de Carranza, porque arrojó al cadismo del caballo para que todos empezaran a creer. Y no por cuestión de fe.

La intención del míster y sus pupilos, maravillosos intérpretes que ejecutan la partitura a la perfección (de la compleja sencillez), chocaban con un Hércules agresivo que pretendía rubricar el trabajo que dejaba por hacer en Carranza. Sólo el inepto, el indolente, o quien se emociona con el fútbol de Primera podía creer que no sufriría en cuanto sonara la campana. Esta guerra, de por sí dolorosa, se disputa en las cloacas, refregándose en la ciénaga; a este fútbol no se juega únicamente con los pies sino con la cabeza y el corazón. Y este se encogía cuando el balón de Chechu lo estrellaba Javi Flores en el travesaño de Cifuentes, petrificado bajo palos.

La retaguardia amarilla se limitaba a achicar agua ante el constante bombardeo de los azulinos. Abrían vías por todos los flancos, atacando por izquierda y derecha y asfixiando a un equipo que se encontraba sobrepasado por la fortaleza local. Los latigazos de Salvi y un disparo escorado de Machado resultaban insuficiente para no temer la igualada.

Sin embargo, este Cádiz CF se ha propuesto desafiar a su destino. El penalti de Abraham Paz, el gol anulado a Juanse en Anduva, el 'ensayo' de Akinsola, los errores y horrores de L'Hospitalet, el testarazo de Cervero... todo metido en una coctelera, bien agitado y derramado sobre el césped del Rico Pérez para que el central Álex Muñoz resbalara en el momento oportuno.

El fallo grosero dejaba el cuero en los pies de Güiza, mano a mano con Chema. La tenía, la que demandaba hace tantas semanas, la que soñaba cuando el día de su presentación comprendió que las palabras de antaño debían enjuagarse con el gol del ascenso. Y no la fallaba. El gitano la colaba por debajo del cuerpo del meta y llevaba el delirio a esa grada del Mundial 82 que era un anexo del Ramón de Carranza.

El gancho dejaba 'grogui' al oponente. Pero la inercia es clave en el fútbol y los alicantinos terminaban la primera mitad empujando, luchando por ese gol que les metiera en una eliminatoria casi perdida. La peluda cabellera de Aridane se imponía en el espacio aéreo, Juanjo llegaba con sus piernas al lugar más recóndito y todos echaban una mano para alcanzar la tregua en un estado soñado.

Cervera intentaba recomponer el cuadro en el descanso pero todo es tan difícil cuando el corazón late descontrolado en la punta de la bota. El Hércules mantenía el guion, arriesgando en su asedio al retirar a Vivi y colocar a Gato sobre el verde. Otro hombre de ataque. Los amarillos deseaban asustar al contragolpe, sin conseguirlo.

Tocaba encontrar soluciones en el banquillo. Machado, golpeado en la cara con dos patadas que lindaban la roja, quedaba relegado por el músculo de Nana como vértice adelantado del triángulo de la medular. Álvaro se mantenía por la izquierda, al lugar que mandó el míster en cuanto Güiza allanaba el terreno. El jerezano se despedía entre aplausos de la hinchada mientras Lolo Plá salía dispuesto a dejarse el alma en la media hora final.

Cifuentes alargaba el brazo para evitar el empate, Aridane amortiguaba con su melena cualquier balón que se levantase por encima de los dos metros. El Cádiz CF desfallecía con un esfuerzo sobrehumano. Las miles de gargantas del Rico Pérez ofrecían el último aliento, el apoyo desde la Tacita, la Bahía y la provincia se sentía a cientos de kilómetros. El trabajo estaba hecho. La plata volverá a brillar en el Ramón de Carranza. El Cádiz CF es de Segunda División.

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