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CD Lugo-Cádiz CF (0-1): El fútbol se la devuelve al Cádiz CF

Un gol de Álvaro tras taconazo de Güiza reencuentra a los amarillos con la victoria el día que menos la merecieron, pero que más la necesitaban

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El Cádiz CF reconquista el Anxo Carro con una gran victoria.
El Cádiz CF reconquista el Anxo Carro con una gran victoria.

Miranda de Ebro, Reus, Tenerife. En Carranza con Girona y quizás también ante el UCAM. El fútbol le ha arrebatado al Cádiz CF demasiados puntos. Ratero, malévolo con el debutante, injusto como sólo él puede serlo. Con goles en instantes finales, con errores groseros en las dos áreas y con tremendos fallos arbitrales.

Reza el axioma que unas veces te da y otras te quita, y el deporte rey ha comenzado a devolverle al equipo amarillo parte de lo robado. Justicia poética que lo haga en Lugo, donde tanto se perdió hace cuatro años. En el Anxo Carro, el cuadro gaditano se reencontraba con la victoria seis jornadas después el día que menos lo mereció.

La flor de Cervera, desmadejada, revivía merced a una actuación prodigiosa de Cifuentes, un robo de Nico, la espuela del Gitano y el gol de remate certero de Alvarito.

Un oasis en medio de un desierto árido pero donde al final se encontró el maná. Una primera parte horrible y una tímida reacción en ataque tras el descanso, con los movimientos certeros del entrenador, desalojan al Cádiz CF de la zona de descenso y lo catapultan antes de recibir al Huesca. Todo cambia con tres puntos en una competición tan igualada. Los rostros, el brillo de los ojos, el tono de voz... es posible hasta imaginarse el gaznate de Cervera, subiendo y bajando su nuez, tragando saliva. Tiempo extra para el caballero.

El míster sorprendía con la reaparición de Migue, con molestias cervicales durante la semana, como pareja de Sankaré en el eje de la zaga. Abdullah y José Mari se mantenían en la medular, con el dibujo trocado al combinar a Santamaría y Ortuño en ataque, con continuas alternancias. Salvi y Álvaro abrían las bandas con el fin inicial de montar el contragolpe al encontrar el mínimo resquicio, la oportunidad.

Los actores protagonistas cumplían con su papel, lo interpretaban como mandaba el guion señalado en la sinopsis del espectáculo. El Lugo se apropiaba de la bola, la guardaba para sí y la movía una y otra vez como el tahúr que pretende despistar a quien sigue los movimientos con la mirada. Y a duras penas. Los pupilos de Luis César Sampedro hacían correr a los de Cervera como si el Anxo Carro se convirtiera en el escenario de un rondo inmenso, con una diferencia descomunal para la categoría.

El Cádiz CF aparecía aturdido por tierras galaicas, en una especie de tercer tiempo tras el desastre ante el UCAM Murcia. Todavía dolía el golpe infligido por los universitarios. En las pocas ocasiones en las que interceptaba la pelota, la distancia con el arco de José Juan convertían ese sprint final en un imposible maratón para montar una contra de garantías.

Ya entrada la temporada, superado el cuarto de curso, el equipo amarillo seguía tan verde como su camiseta. Inmaduro, con su progresión frenada, casi en pañales. Los rojiblancos les superaban en todas las facetas con un fútbol de alta escuela para la categoría. Arrancaban por el medio, desbordaban por banda (especialmente por la derecha de Carpio, como de costumbre) y de milagro Joselu no enganchaba ninguna en la primera mitad.

En la otra esquina, el Cádiz CF desesperaba por su incapacidad para todo: para defender (completamente sobrepasado, asido a las paradas de Cifu), para atacar y para mantener la bola cinco segundos en su poder y dar tres pases seguidos. Tremenda la inoperancia, inasumible después de tres meses largos de trabajo y 14 fichajes. Sin justificación alguna.

Sólo desafinaba en esta melodía trágica Alfredo Ortuño. Individualista, por necesidad, y el único futbolista que muestra el nivel que exige la nueva división. El murciano servía una magnífica asistencia a Álvaro que el sevillano malograba con un remate de derechas. Una ocasión, y hasta aquí para un ataque inane.

Por contra, el Lugo acumulaba oportunidades sobre el arco de Cifuentes. El terreno de juego parecía desnivelado, siempre volcado hacia la misma área. Un remate de Carmona con la espuela despejado por su derecha egoísta, un disparo de Pedraza que lamía el palo y un chut de Joselu que sí mordía la cepa del poste.

La fragilidad visitante daba auténtico pavor. Misterios del fútbol, el Cádiz CF mantenía el marcador del inicio. Cervera retiraba a Salvi en la tregua e introducía a Nico para ver si esa autopista en banda podía ser de doble carril.

El panorama no cambiaba atrás pero mejoraba delante, con el de la Juve buscándole las cosquillas a su par y el recién entrado Iriome aplastando por su banda. El gol de mascaba. Cervera se atrevía a pasar del linchamiento al cuerpo a cuerpo, al intercambio de golpes. José Mari obligaba a sudar al arquero José Juan en una acción de estrategia, y su vuelo lo emulaba instantes después Cifuentes para repeler el disparo de Joselu. Uno por otro, ambos directos a la mandíbula.

Güiza se convertía en un nuevo protagonista en lugar de un deslucido Santamaría, el Guadiana de esta temporada. Y el jerezano ponía la nota de calidad en el momento preciso, convirtiendo en obra de arte el providencial robo de Nico Hidalgo. El extremo birlaba la pelota al zaguero Carlos dentro del área, Güiza la servía de tacón y Alvarito superaba por bajo al cancerbero vigués. Gol. Alegría mayúscula por lo inesperado, un tanto tan inmerecido como el bagaje cosechado hasta el momento en un arranque que no ha sido justo con el Cádiz CF.

En Halloween, al Lugo se le aparecían los fantasmas de las anteriores derrotas. Sus errores defensivos merman todo su caudal en ataque. En espíritu no, en carne y hueso veían como Cifuentes desbarataba una nueva ocasión en un mano a mano con Pedraza, con el pie bien apoyado en el suelo para prolongar la imbatibilidad.

Cervera se guardaba las espaldas. Acertaba con las entradas de Nico y Güiza (el jerezano bailaba a la zaga rival en compañía de Alvarito), pero ahora tocaba dar solidez al grupo. Ortuño se sacrificaba para el regreso de Jon Ander Garrido, arañando minutos a un reloj que se retrasaba como en la madrugada. No quería avanzar para desesperación del cadista.

Cifuentes manipulaba las manecillas y se ganaba la amarilla por perder tiempo. Sin embargo, el sufrimiento era más virtual que real, y hasta Álvaro disponía de la sentencia pero la picaba con excesiva inocencia. Qué menos que sufrir para fundirse en un abrazo simbólico, significativo. El Cádiz CF de Cervera tiene que mejorar, pero hoy sólo podía hacerlo apoyándose en una victoria.

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