Editorial

Nuevo rumbo en Francia

La presidencia de Hollande debería ayudar a compatibilizar austeridad y crecimiento

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El candidato socialista francés, François Hollande, derrotó ayer en la elección a Nicolas Sarkozy y se convirtió en presidente de la República Francesa. La jornada había suscitado un gran interés en toda la Unión Europea (UE) porque el nuevo jefe de Estado (con una Constitución muy presidencialista que le da el poder ejecutivo) indicó en su campaña una voluntad expresa de proponer un cambio de rumbo en el tratamiento que la Unión, bajo la batuta alemana, está dando a la gravísima crisis financiera y económica. Todo esto debe ser relativizado y el nuevo mandatario, hombre con atributos evidentes y candidato sólido, lo sabe. Conoce los compromisos vinculantes asumidos con toda libertad por la UE en pro de la erradicación del déficit fiscal, verdadero y al parecer inmortal cáncer de las economías; conoce la autoridad y la autonomía otorgada en su día por los Estados de la Unión al Banco Central Europeo y, en fin, no se le puede imaginar en un papel arbitrista de mago sobrevenido que lo cambiará todo y para bien. Casi la mitad de los franceses no le han votado y merecen atención quienes previenen contra experimentos aventurados o innovaciones drásticas deudoras del clima promesa electoral. Sería muy adecuado y muy útil que la nueva administración, incluso antes de las legislativas de junio, tomara un rápido contacto con Berlín para enviar una poderosa señal al mercado acerca de la voluntad genuina de proponer cambios de modo ordenado, sin politizaciones extemporáneas y con espíritu de consenso. Dicho esto, nada definitivo podrá cambiar dramáticamente en Francia. Avanzada potencia industrial, con gran peso político y económico, cocreadora con Alemania del proyecto europeo felizmente consolidado y en expansión, el país no ha votado el fin de la concertación que caracteriza a la Unión y tampoco tiene los medios ni las atribuciones para hacerlo. Un pronóstico fácil, por practicable, es el que prevé reconducir la coordinación franco-alemana, que de hecho ha empezado, para cambiar ciertas opciones y compatibilizar austeridad y reactivación. Hollande, hombre de formación y sentido de la historia, no arruinará su reputación con gestos triviales o populistas.