Opinion

Apertura oficial, lección magistral

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El pasado jueves se inauguró oficialmente el Curso Académico 20011-2012 en la Universidad de Cádiz. Aparte del estreno en actos protocolarios del nuevo equipo rectoral, de la ausencia de copa, aperitivo o como se le quiera llamar al final del acto, por aquello de visualizar la contención en época de crisis (tampoco se iba a gastar tanto poniendo un venenciador y dando al menos patatas fritas, aceitunas y avellanas), y de la ya tradicional ausencia de participación de la inmensa mayoría de mis colegas profesores doctores de Derecho en el protocolo académico (vestiduras, comitiva.), lo mejor de la jornada, en la que hay que agradecer sobremanera al nuevo Secretario General, colega Antonio Troncoso, su brevedad en la exposición de algo tan plúmbeo como la Memoria Anual, cuyo resumen fue expuesto de manera oral, sin mirar papeles y con ayuda de power point, fue sin duda la magnífica lección magistral impartida por don José Luis García Ruiz, Catedrático de Derecho Constitucional. Si a alguien hubiera que darle ejemplos palpables de conceptos tales como enseñanza de calidad, buena docencia, precisión en la exposición y ejemplo de buen docente, la atenta exposición a la amena, profunda pero a la vez comprensiva lección de Luis le hubiera bastado. Difícilmente pueden alcanzarse un nivel mejor, un desenvolvimiento más riguroso, un dominio tal en la materia objeto de explicación como los exhibidos el otro día por nuestro compañero y maestro, ya, de tantas generaciones de Licenciados. Nadie va a descubrir a estas alturas la calidad intelectual de García Ruiz, como se le ha llamado siempre en las aulas, su preparación como constitucionalista, como profesional del sector bodeguero y como universitario: fumador, amante de los toros, navegante y muchas cosas mas, yo he sido testigo mas de una vez de cómo es capaz de dictar una lección magistral sobre muchos temas en el corto espacio de tiempo que duran un desayuno, un café o un almuerzo en la cafetería del Campus. Modelos así son los que necesita la Universidad española actual, trufada hasta el hartazgo de insaciables y voraces pedagogos, que a impulsos de sus logomaquias sepultan la calidad y la hacen morir a manos de la burocracia. Menos mal que, siempre en tiempos de crisis, hay ejemplos de honestidad intelectual como los de nuestro querido Doctor García Ruiz.