AMARILLO PANTONE

ESTOS LOCOS ROMANOS

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La palabra perfecta para definir nuestra deriva es etnografía. Lo cotidiano y lo heredado a lo largo de los siglos, evolucionando la técnica, mejorándola o perdiéndose. Esperando a ser encontrada y recordada. Pasa a veces que la historia quiere ser contada, y ocurre también que a veces le cuesta tanto salir que al final, cuando lo hace suspiramos ese «ah, claro», dando explicación a lo que era evidente sin prueba ninguna. No sé bien por qué en los libros de texto de Historia o en los de Conocimiento del Medio -naturales en la EGB- , la existencia del lago Ligustinus o la subdivisión de Cádiz en dos islas separadas de la península no salían dibujadas. Nos decían que la única isla fue la de San Fernando, población que sí mantuvo en la cotidianidad esa denominación. Con los años y la curiosidad reconocemos el por qué de algunas cosas, como la aparición de la fábrica de salazones junto a la plaza de las Flores o la facilidad de inundación de La Viña. ¿Es muy trágico que un niño sepa que el mar llegaba hasta Sevilla o que nuestra ciudad no era como es ahora, sino que había un canal a lo Venecia? Conocer nuestro medio no es sinónimo de nacionalismo y es triste que se conozca o por la calle o por el libro lleno de polvo de la estantería (gracias a internet esto ya es más difícil que ocurra, aunque el libro coja más polvo aún). Después ocurre que en un hallazgo tan interesante como una fábrica de salazones intacta prime más el número de aparcamientos que ocupe el sótano de ese edificio donde ha sido descubierto que el yacimiento tenga la altura mínima para ser habitable y visitado. Mundo de locos.