EL PERFIL

MIGUEL ÁNGEL MOYA

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Con esa mirada que, al mismo tiempo, es pregunta y respuesta, con esa actitud con la que muestra su respeto y su generosidad, y con esa palabra que, además de exacta es cordial, el doctor Miguel Ángel Moya muestra a las claras que vive su vocación médica de una manera intensa y extensamente humanas. Con su imagen de profesional competente y entregado pone de manifiesto que, cada día, asume su tarea clínica como una actividad creadora y como una misión benefactora: como una profesión que, de manera convergente, parte y desemboca en un generoso servicio a los enfermos. Reflexivo y concienzudo, estudia minuciosamente a cada uno de sus pacientes y, por lo tanto, aprende de todos ellos. No es extraño que los que acuden a sus consultas experimenten unas estimulantes sensaciones de alivio y unos hondos sentimientos de gratitud. Más de uno me ha comentado esa extraña mezcla de confianza y de veneración que inspira este profesional de la Medicina, debido a su madurez reposada, a la destreza con la que, al mismo tiempo que transmite la luz de una información detallada y rigurosa, proyecta el calor de la esperanza suavizando siempre las aristas del sufrimiento y calmando las punzadas del temor. Es posible que su compleja especialidad de neurólogo constituya una de las claves de la delicadeza, de la prudencia y de la discreción con las que trata a los pacientes. No podemos olvidar que el objeto de sus cuidados es el cerebro, ese órgano al que él se asoma científicamente y donde se alojan las claves de los misterios humanos, la capacidad de sentir, de amar, de temer, de odiar y de pensar: es ahí -efectivamente- donde tienen su asiento las preguntas más importantes y donde adquirimos conciencia de nosotros mismos y del mundo en el que vivimos.

Tengo la impresión de que otro de los secretos de su cordial sencillez -¿verdad Cecilio?- estriba precisamente en la seguridad que le proporciona su actualizada preparación científica, en el aplomo generado por su altura humana y en la paz que le infunde su densidad moral. Estoy convencido, además, de que, en el fondo de su conciencia, laten unas hondas convicciones que constituyen las fuentes de las que brota su decisión de dedicarse a proteger la vida humana, a respetar la dignidad de la persona y a cuidar la salud del individuo y de la sociedad.