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Con Alejandro, directo al cielo

El artista español que más vende conquistó ayer Alcalá. Las claves de su éxito son el talento, la constancia y la suerte

Alcalá de los Gazules Actualizado: Guardar
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Los chulos son 'pa cuidarlos', se llamaba el disco. Alejandro Sanz, con veinte años recién cumplidos, aparecía en la contraportada luciendo tupé, chaquetilla torera y vaqueros de tiro alto. Un figurín. La bromita, de inspiración post-movida, incluía 'tecno-rumbas' y algo de flamenco acid. Pintaba mal. Alejandro Sánchez Pizarro tenía todas las papeletas para convertirse en carne de mercadillo. Su estética de chaval travieso, sus letras disparatadas, y ese acento ambiguo con reflejos andaluces, como de charnego integrado, parecían condenarlo al fondo del saco del 'piojito' de los lunes, donde reposaban los restos de serie de Loco Mía, Semen Up o Un pingüino en mi ascensor. No es de extrañar que en 1991, cuando reventó las listas con 'Viviendo deprisa', una de las primeras medidas que tomó la Warner fuera la de retirar todos los ejemplares supervivientes de su trastada inaugural, regarlos con agua bendita y quemarlos después. Hoy en día, gracias a Dios, es casi imposible encontrar uno.

Los grandes gurús del marketing saben lo difícil que es remontar un tropiezo de ese calibre. Sin embargo, el baladista romántico, tristoncete y meloso que le cantaba a las niñas del instituto exactamente lo que querían escuchar consiguió reinventarse. El chico, con carita de niño bueno, novio tierno, yerno ideal, tenía ahora un puntito simpático, un toque inocentón que las volvía locas. Él les decía: «Los dos cogidos de la mano / por las calles / regalándonos mil besos en cada rincón», y a las adolescentes sobrehormonadas, desde el Cabo de Gata a Finisterre, le temblaban las rodillas al compás. La reacción masculina no se hizo esperar. Para combatir la ofensiva 'Superpop', con sus fotitos silueteadas en las carpetas y sus posters a tamaño natural, los hombres reales, comidos por la envidia y por los granos, recurrieron a un bulo clásico, que tan buenos resultados les había dado en batallas anteriores (léase Brandon, de 'Sensación de vivir', o la escuadrilla yanqui y hortera de los Back Street Boys): ese tipo tenía que ser gay. No había otra. Gay total. Ya veríamos, ya. Y, además, estaba claro, clarísimo: dentro de un par de años, la misma legión de fans pubescentes que amenazaban con enterrarlo en ropa interior, tendrían sus ojitos puestos en cualquier otro ídolo prefabricado. Un producto caduco. Una moda. Tiempo al tiempo.

Anoche, al escenario del campo de fútbol de Alcalá de los Gazules se subió un artista que ha vendido 25 millones de discos, colecciona Grammys (17), es padre de dos niños (Manuela y Alexander) y, lo más importante: todavía cae bien. Si el éxito sostenido, como dijo Lennon, es sólo talento, suerte y constancia, no hay duda de que, con independencia de la proporción de los ingredientes, a Sanz la mezcla le funciona.

Talento. Aún siendo el más subjetivo de sus valores, algo debe de tener cuando ha editado, en 20 años, casi 500 temas, tanto para él mismo como para otros artistas. Produjo los primeros discos de la Niña Pastori, Malú o Pancho Céspedes; ha escrito para The Corrs y Shakira, por ejemplo; y además, casi sin despeinarse, puede darse el lujo de cofirmar con Carlos Baute un pelotazo estival ( 'Colgando en tus manos').

Constancia. Que se lo digan a sus padres (Jesús y María, de Algeciras y Alcalá), que a los siete años le rompieron la guitarra porque no les dejaba dormir. O a sus amigos, que a los quince iban a verlo tocar al puente que separa Moratalaz de la Estrella, donde improvisaban un escenario. O a sus técnicos, acostumbrados al ansia perfeccionista de un autor que hace alarde de su lema: «Nunca termino una canción. La abandono».

Suerte. Para levantar cabeza después de que lo arroyara el trailer mediático, le surgiera un hijo extra matrimonial, lo denunciaran por evasión de capitales y tuviera que interrumpir abruptamente su gira de 2007 por problemas de salud.

Aunque con nueve LPs a cuestas, Sanz ya no es tan llano y accesible como aquel crío que llenaba las entrevistas de chascarrillos, no ha perdido la frescura, ni el afán de estar en contacto con sus seguidores. Su perfil en Twitter es uno de los más moviditos en la Red, y lo mismo se permite opiniones políticas (anda en guerra con Hugo Chávez) que da lecciones de filosofía existencial. Ayer mismo decía: «Que no se os olvide que el Paraíso Express es un cercanías que pasa cada 15 minutos». Y hace parada y posta en Alcalá.