Los padres posan junto a la fotografía de boda de Rafael al que no ven desde agosto de 2007. :: CARLOS CHERBUY
Ciudadanos

«Ya no sé ni a qué santo rezar»

Rafael Torrejón fue visto por última vez el 2 de septiembre de 2007, desde entonces sus padres no saben de su paradero Una familia isleña busca a su hijo que lleva tres años desaparecido en México

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No existen mártires suficientes en el cielo para consolar el tormento de Rosario Serrano. «Ya no sé ni a qué santo rezarle», confiesa. Esta isleña conoce el mayor dolor que una madre puede padecer, el de perder a un hijo. Desde hace tres años vive con la esperanza de que al descolgar el teléfono le den una noticia sobre el paradero de Rafael Torrejón Serrano, de 49 años. Una pista, un rastro, un indicio, un clavo ardiendo al que poder agarrarse.

En 2007 y, como cada agosto, Rafael llegó a San Fernando a pasar el mes. Hacía unos años que vivía en México junto a su mujer y su hijo. Su padre, que también se llama Rafael, y su madre conocieron entonces que las cosas entre la pareja no iban bien y que Rafael tenía otra amante e incluso iba a iniciar los trámites de separación. A la semana de cruzar el charco, desaparecía junto a su novia (23 años más joven). La última vez que fueron vistos salían de un bar tras ver un partido del Real Madrid un 2 de septiembre. Rafael tenía que recoger a su pequeño de la escuela pero nunca llegó.

Fue entonces cuando comenzó el calvario. Ni las autoridades mexicanas, ni las españolas «han perdido mucho tiempo» en preocuparse por esta familia. «Nada, no sabemos nada. Al principio se pusieron en contacto con nosotros para coger los datos y desde entonces no nos han vuelto a llamar para nada», afirma Rafael que ya ha desistido de telefonear semana tras semana en busca de respuestas. Sus únicos contactos son la mujer de su hijo, Nicolaza Valenciana y la madre de Celia María Santiago, su novia, de la que tampoco se sabe nada. «Hablamos cada mes y nos dicen que no hay nada. No sabemos qué hacer ni a quién pedir ayuda», dice el padre.

Su hijo conoció a Nicolaza por Internet tras quedarse viudo y con dos niños, que viven en Barcelona junto a su abuela materna. Entonces, decidió irse a Mexicali, en el desierto Mexicali de la Baja California, e invirtió en un motel llamado Mediterráneo de Mexicali con otros socios. Al parecer, «las cosas le iban bastante bien». Su padre confiesa que hace tiempo tonteó con las drogas pero que había reconducido su vida. La familia lucha para que Rafael no caiga en el olvido y espera que su caso despierte el interés de las autoridades españolas y se conozca lo que ha pasado con él. Su paradero.