Juan José Moreno Cuenca, en una escena de la película 'Yo, el vaquilla'. (1985). :: R. C.
Sociedad

Los años que se engancharon a la calle

El cine de delincuencia juvenil, protagonista de 'Quinquis de los 80'La muestra que inaugura La Casa Encendida de Madrid ahonda en el nacimiento del quinquismo y su reflejo en la cultura

MADRID. Actualizado: Guardar
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Eran unos años extraños aquellos, recién inaugurada la democracia, en los que las calles comenzaron a cubrirse de gente que aprendía una libertad desbocada; en los que, fruto de las transformaciones urbanísticas, sociales y económicas, surgieron una nueva serie de territorios perfectos para el nacimiento de los quinquis, los barrios periféricos de los setenta estigmatizados por la falta de servicios y por el azote del paro.

Ahora, esa cultura del 'quinquismo' se vuelve a convertir en protagonista con la exposición que, a partir del 9 de julio, se podrá ver en la madrileña Casa Encendida: 'Quinquis de los 80. Cine, prensa y calle'.

Todo un fenómeno aquél, generado alrededor de una figura que, estetizada y estereotipada, se convirtió en un canto a la libertad y al riesgo de vivir al límite de la mano de directores como Eloy de la Iglesia o Francisco Lara Polop.

Ese cine de delincuencia juvenil, que vivió su apogeo en España entre 1978 y 1985, hizo del movimiento quinqui un icono, del cual se hicieron eco la prensa sensacionalista y de sucesos que, en un proceso de retroalimentación, seguían sus periplos de detención, reformatorio y posterior fuga.

Personajes como Juan José Moreno Cuenca, 'El Vaquilla', fueron de pronto héroes de la marginalidad y sus historias comenzaron a llevarse al cine e, incluso, se intentaba que fueran ellos mismos quienes las protagonizasen. En este caso no pudo ser porque cuando José Antonio de la Loma rodó en 1977 'Perros Callejeros' él estaba en la cárcel. Fue así como nació una nueva estrella, Ángel Fernández Franco, 'el Torete', un delincuente amigo suyo que, en poco tiempo, pasó de los calabozos a las portadas de revistas que vendían su historia.

La nueva cultura juvenil basada en un mundo de evasión y de placer caló rápidamente vía música, cine y cómics, sobre todo, y se 'enganchó' a la heroína, la gran pandemia de los jóvenes de los 80: «Estamos hablando de una generación, la del quinquismo, que rompe totalmente con respecto a la de sus padres. Mientras que para los segundos sus formas de ocio estaban asociadas poco más que al guateque, los primeros comenzaron a consumir drogas duras, y la heroína entraba en todas partes con mucha fuerza», explica Amanda Cuesta, comisaria de la exposición junto a Mery Cuesta.

Un caso muy interesante que resalta la comisaria es el de 'El Pico 1'(1983). Todo el equipo que estuvo vinculado de alguna manera al filme dirigido por Eloy de la Iglesia, que tiene un referente muy claro en la alemana 'Yo, Cristina Efe' (1981), de Uli Edel, acabó de una manera u otra enganchándose a la heroína: «Eso es algo que se refleja muy bien tanto en 'El pico' como en su secuela del 84, cómo la gente va entrando en ese mundo de evasión y de hedonismo máximo».

La sublimación del deseo

Fuera de toda esa ensoñación juvenil, la heroína llevaba a muchos a un declive que comenzaba en la delincuencia y tenía en los ajustes de cuentas y en la prisión una de sus peores pesadillas. Un momento que, además, coincide con la enorme conflictividad que se vivía en las cárceles, motivo por el que la COPEL (Coordinadora de Presos Españoles en Lucha) se movilizaba reivindicando mejoras en las condiciones de vida de los presos.

Canciones que hablaban de días llorando en una celda, como 'Quiero ser libre' de Los Chichos, que contaban cómo la sociedad convertía a un joven en un perro callejero, como en las letras de Los Chunguitos, o que como en las de Los Calis denunciaban ese infierno de los chutes de heroína son hoy todo un testimonio de la cultura de esa época.

No se salvaron tampoco aquellos jóvenes que no siguieron una carrera delictiva, ya que gran parte de ellos murieron por sobredosis o por el Sida, que con el intercambio de jeringuillas se convirtió en la 'peste' de aquellos felices 80 que nos enseñó un nuevo vocabulario, llevándonos del 'jaco' al 'talego'.

La generación del quinquismo pagó un precio altísimo por aquel estilo de vida que mucha otra gente le hubiera gustado llevar, pero «no todo el mundo tenía agallas para vivir como lo hacían ellos», afirma Cuesta, «y ahí estaba el cine para sublimar un deseo colectivo que, a través de estas películas, catalizaba ese ansia y ese deseo de explotar el ejercicio de la libertad».

Aquel cine no sólo servía como evasión, sino como denuncia de tragedias individuales que suponían la constatación de un fracaso colectivo que emanó del contexto de una profunda crisis económica.

Aunque ya no existe la urgencia o necesidad de personajes de ese tipo, siempre han llamado la atención esos jóvenes 'rebeldes' como Billy 'el Niño', y, aunque el cine quinqui no se ha perpetuado tanto en España, sí es uno de los géneros clave en Brasil o México.

«Lo que sí hemos visto es que el quinquismo sigue vivo entre sus fans, quienes han encontrado en Internet ese lugar donde colgar sus versiones de películas como 'Perros callejeros'», acaba la comisaria.

Una exposición que va más allá del arte, puesto que se adentra en el estudio social de una época que fue vivida y es recordada por los más melancólicos por sus momentos dorados que marcó a quienes vivieron deprisa, deprisa.