La fractura de la crisis

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En las noches electorales los partidos suelen presentarse como vencedores pero esta vez más bien tendrían que proclamarse derrotados todos. Todos menos los euroescépticos y xenófobos que en varios países han conseguido resultados que les alejan de la condición de testimoniales, a que estaban reducidos, para convertirse en preocupantes. No tendrán gran incidencia en el Parlamento a que van a integrarse donde difícilmente podrán formar un grupo coherente, pero sí en la estabilidad de sus países y de la propia Unión.

La crisis que los europeos venimos sufriendo desde hace años pasó ayer la factura política que tenía pendiente. La incapacidad que la UE y sus instituciones han demostrado para resolver la situación dramática en que cayó la economía explica los resultados: abstención global elevada, por encima del 65 por ciento, castigo a los partidos gobernantes, aumento de alternativas nuevas y sacudida ante la amenaza de los antidemócratas, eurófonos y racistas.

No sirve de consuelo que la participación haya aumentado ligeramente y que las previsiones catastróficas de abstención no se hayan confirmado. A pesar de todo la abstención ha sido alta lo cual demuestra que la ilusión europea flaquea en muchos países y de manera especial entre los últimos en incorporarse y los que más se están beneficiando de su condición. Los grandes partidos, alternantes en el poder, fueron los más castigados.

La extrema derecha en sus variantes -- incluida la neonazai en Grecia e incluso Alemania --, consiguió resultados notables en Dinamarca, Holanda, Finlandia, Reino Unido, Austria, etcétera, pero donde su éxito resulta más espectacular –sorprendente ya no era – es en Francia donde el Frente Nacional, el partido de Marine Le Pen, se ha alzado con la victoria y relegado al gobernante partido Socialista al tercer puesto. En conjunto ganó el Grupo Popular aunque con una diferencia del Socialista bastante recortada.

En España, es evidente que la foto del resultado no difiere mucho de la de otros países con un descalabro de los grandes y fragmentación de la izquierda. La crisis se ha cobrado tantos dolores causados en votos con un castigo severo al Gobierno, que pierde ocho diputados, y no ha favorecido al PSOE, que pierde nueve y sin otro argumento para salvar la cara que el compartir el derrumbe paralelo de su principal adversario.

Queda en el aire el análisis que quepa de los resultados en Cataluña y sus planes secesionistas donde CiU pierde el liderazgo frente a ERC. La entrada en el Europarlamento de algunas formaciones nuevas, como Ciudadanos y Podemos, se convierte en alerta para los que imponen y aceptan los recortes sociales. Las consecuencias en la política española de estos resultados están por ver. De momento, lo único que se puede anticipar es que esta noche electoral ni Rajoy ni Rubalcaba ni Artur Mas van a disfrutar de un sueño relajante.