Una joven española gana el Óscar a estudiantes tras grabar un documental sobre su bisabuelo ruso

La española María Royo nunca imaginó que desvelar un secreto familiar sobre su bisabuelo ruso en un documental le haría ganar uno de los Óscar que la Academia de Hollywood concede a estudiantes y que recibirá mañana junto a otros doce jóvenes de diversas universidades de EEUU y Reino Unido.

Rediscovering Pape, con el que también ganó un premio Emmy para estudiantes, es el documental de 25 minutos que le valió el premio a Royo y que realizó como proyecto final para su maestría en el City College de la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY). El premio de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de EEUU, que este año celebra su 37 edición, se concede a cortometrajes de estudiantes en cuatro categorías: Alternativo, Animación, Documental y Experimental, y la ceremonia se celebrará en el teatro Samuel Goldwyn de Los Ángeles.

"No me lo creía cuando supe del premio. Habíamos enviado una gran cantidad de correos electrónicos y cartas a festivales que lo rechazaban. Estábamos a punto de tirar la toalla, pero, como no había que pagar, lo presenté (al Óscar) y cuando lo envié, pensé que de verdad estaba tirando el DVD a la basura", ha dicho Royo.

Los estudiantes ganadores, elegidos por miembros de la Academia, reciben dinero y un premio -medallas de oro, plata y bronce- pero no la famosa estatuilla, que todos conocen como Óscar, y que cada año premia a lo mejor del séptimo arte. Entre los cineastas famosos que también ganaron este premio como estudiantes figuran Spike Lee, John Lasseter, Pete Docter, Robert Zemeckis y Trey Parker. Los ganadores de la medalla de oro, así como el filme extranjero, que este año procede de Reino Unido, serán exhibidos tras la entrega de premios.

Rediscovering Pape llevó a Royo a viajar a través de Europa para trazar el pasado de su familia materna y la relación que tuvo con los nazis su bisabuelo ruso, a quien recuerda como un hombre que les hacía reír y "de mucho corazón". Nicolai Strauch, como se llamaba, nació en Moscú y vivió en Estonia hasta que empezó la Segunda Guerra Mundial, contienda en la que fue capturado por los soldados alemanes, quienes le obligaron a traducir mensajes cifrados del ruso. Según su bisnieta, "el pensamiento de haber traicionado a su país acabó por volverlo loco".