Francisco Apaolaza - OPINIÓN

El torero, la red y la tolerancia

Creíamos que la gran batalla de las redes iba a ser contra el poder que abusa de la fuerza, pero en realidad se está librando en torno a nuestra propia diversidad como especie

Francisco Apaolaza
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Dicen que cuando se va un torero, se rompe un espejo en el que mirarse. Yo creo que se rompen más cosas. La muerte en las astas nos pone a prueba a todos: a los aficionados a los toros y sobre todo a la sociedad entera. En las puertas de la iglesia suena un pasodoble y un anillo oloroso de coronas de flores abrazan la plaza de toros de Orduña. En la red prenden los primeros fuegos de una guerra sucia.

Me resisto a entrar en la trinchera. No hay porqué entenderlo todo. No hay porqué asimilarlo todo. No hay que apoyarlo todo para aceptar sencillamente su existencia. Quizás la mayor prueba de fuego de la globalización sea aceptar que existen fenómenos, procesos, ideas, que no comprendemos y que, sin embargo, debemos de aceptar, obviar, ignorar, o internet dejará la diversidad cultural del planeta como un páramo.

Si tenemos en cuenta que hay gente que quiere eliminar la tauromaquia porque no comprenden que yo asista a la muerte de un animal, si otros no entienden que esa gente se coma una hamburguesa porque supone un sacrificio gratuito de un ternero, si los musulmanes no comprenden la matanza del cerdo ibérico, los hindúes no toleran la faena y el consumo de carne de vacuno, la escalada de violencia sobre lo que no se entiende va a ser brutal. Puesto todo lo que hace el hombre en el común de las redes sociales, terminaremos por comer caramelos. Con permiso del médico. Si se tiene en cuenta el mínimo común múltiplo de lo que no molesta a nadie, no quedará nada.

Twitter, donde antes se daban los buenos días, era un lugar en el que se compartía lo mejor que uno tenía para los demás. Ahora, es una fábrica de sogas. En las redes se están retratando todos los mecanismos de la manada que llevaron a los desmanes más locos y crueles del ser humano. Creíamos que la gran batalla de las redes iba a ser contra el poder que abusa de la fuerza, pero en realidad se está librando en torno a nuestra propia diversidad como especie. En torno a la cultura.

La gran pregunta es si somos capaces de vivir junto a alguien distinto o debemos de pasar todo pensamiento, toda tendencia, toda decisión, por el pasapuré de nuestro propio, relativo y limitado punto de vista. Si podemos ir más allá de la norma que impone nuestro ‘like’, de si somos capaces de abarcar un mundo que excede los límites de lo que comprendemos o si, en cambio, la norma en adelante va a ser lo que a mí me gusta o no me gusta.

De nuevo, nosotros como medida omnipotente y omnisciente de todas las cosas -¡abolición de esto o de aquello!-, los límites de la tolerancia como las fronteras del encuadre de nuestro selfie. Y lo que quede fuera, será aniquilado. Una herramienta tan rica para una gente tan pobre. Un mundo tan grande para gente tan chica.

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