Julio Malo de Molina

Gustavo Bueno

Se fue con 91 años de edad dos días después que su esposa Carmen Pérez Revilla de 95 años

Julio Malo de Molina
CÁDIZ Actualizado: Guardar
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El domingo pasado falleció un hombre sabio y ejemplar, el riojano Gustavo Bueno que vivía en Asturias desde 1960 y de cuya Universidad fue catedrático más de treinta años, hasta que se jubila en 1998 con el rango de profesor emérito. Se fue con 91 años de edad dos días después que su esposa Carmen Pérez Revilla de 95 años. Más aún que por la excelente labor docente en su cátedra de Fundamentos de Filosofía e Historia de los Sistemas Filosóficos era universalmente conocido por sus propias aportaciones al conocimiento a través de libros, artículos y conferencias. Su pensamiento se vincula a la cosmogonía marxista, aunque genera su propia escuela que se conoce como ‘materialismo filosófico’ que niega la existencia de seres espirituales pero admite la presencia de materiales incorpóreos.

No siendo yo especialista en filosofía hablaré más del personaje y de las tesis que presentan alguna tangencia con mi propio oficio, en especial sus reflexiones sobre ética y estética. Le caracterizó su estilo provocador, me cuenta un alumno suyo que inició una clase sobre la pena de muerte despertando la indignación de los discentes, para acabar por unirse a la algarada, exponiendo entonces que el hombre como ser gregario está programado para no agredir a sus semejantes y por eso engendra las religiones deístas cuyas poderosos principios aniquilan ese tabú.

Para los jóvenes inquietos que participamos en los movimientos estudiantiles de contestación a la dictadura del General Franco fue referente teórico y ejemplo de conducta. Sus libros ‘El papel de la filosofía en el conjunto del saber’ (1971) y ‘Ensayo sobre las categorías de la economía política’ (1973) nos enseñan la posibilidad de un mundo mejor. Hasta el siglo XIX los filósofos habían interpretado el mundo y ahora según Gustavo Bueno, ‘se trataba de cambiarlo’. Recuerdo una conferencia suya en el Paraninfo de la Complutense que fue prohibida y terminamos en el bar de Arquitectura donde Julián servía un excelente moriles de barril. El filósofo era un hombre alegre y así confirmaba la tesis de Spinoza según la cual la alegría es la principal de las virtudes pues compendia a todas las demás.

En junio de 2003 invité a Gustavo Bueno a dar una conferencia en el Colegio de Arquitectos de Cádiz que él tituló: ‘La arquitectura en el sistema de las artes’, lo cual ya intuía que se trataba de una de sus provocaciones pues en su libro ‘El mito de la cultura’ (1997) denunciaba a la arquitectura artística como poderoso instrumento de manipulación ideológica. Y en efecto, flaco favor hizo Kant a esta disciplina al introducirla entre las artes plásticas lo cual no fue sino una maniobra oscurantista que ha conducido y conduce al Kitch. Como sostenía el propio Gustavo Bueno, ese tipo de arquitectura tiene su mejor exponente en buena parte de las obras de Gaudí comparable como fenómeno a Verdi. Le comenté que los arquitectos decimos: de los errores de Aldo Rossi a los horrores de Venturi, de los errores Kant a los horrores de Calatrava. Escribí un artículo acerca de su inteligente y amena conferencia que él contestó mediante un juego de palabras con nuestros respectivos apellidos: Bueno-Malo. He continuado siguiendo su trayectoria desde sus últimos libros a las intervención en debates televisivos. En febrero de 2002 había dicho: «ser de izquierdas no significa nada o demasiadas cosas». De su obra reciente recomiendo: ‘El mito de la izquierda’ (2003) y ‘La fe del ateo’ (2007). Adiós profesor, amigo.

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