El Apunte - OPINIÓN

Demasiadas decepciones

Cuesta creer que tantos fiascos de la Junta en Cádiz vayan a remontar por cambiar dos nombres

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Dice la Junta de Andalucía que cierra una etapa y abre otra, que termina un tiempo y comienza otro. Lo simboliza con el relevo al frente de la delegación autonómica en la provincia, con el cambio de la persona que representa al sistema público regional entre los gaditanos. Se va Fernando López Gil y llegaJuan Luis Belizón.

Pero por más que quiera darse una carga de simbolismo a este tipo de situaciones, para los ciudadanos hay cosas que no cambian. En este caso, casi todas siguen como estaban. Por ejemplo, el proyecto de la Ciudad de la Justicia de Cádiz es uno de los mayores despropósitos de cuantos planes ha presentado la Junta de Andalucía en los últimos años.

Empatado, eso sí, con el del nuevo hospital que se presentó en los terrenos de la antigua factoría aeronáutica, aquel que se iba a construir con las plusvalías de los pisos proyectados en la avenida central, donde se encuentra el actual Puerta del Mar.

No a mucha distancia, el tranvía que iba a recorrer el nuevo puente pero que finalmente sólo conectará Cádiz con La Isla y Chiclana cuando una de las cien fechas de inauguración dadas en falso resulte finalmente cierta. Tampoco está lejos el fiasco de la residencia Tiempo Libre, una manzana entera, en la mejor zona litoral de la capital y cerrada sin futuro hace más de ocho años. Ha sido declarada monumento a la incompetencia de la Junta en Cádiz.

Por no mencionar el deterioro de la red hospitalaria pública andaluza. La sanidad gaditana ha perdido en los últimos cinco años algo más de 800 profesionales. La Marea Blanca exige con protestas que no se cierren camas ni se cancelen servicios en vacaciones pero que se abran los centros prometidos –hasta construidos– sin utilizar en la provincia. El nuevo hospital de Cádiz, sencillamente, ni se construirá.

También está el carril bici o el eterno despropósito de la ordenación de la plaza de Sevilla, los retrasos crónicos de la entrada en funcionamiento de la estación de autobuses (un simple apeadero en comparación con las construidas en otras capitales andaluzas). O la Escuela de Náutica, o El Olivillo. Por no decir del calvario de cinco años vivido en la Escuela de Hostelería, antaño floreciente y productiva en empleo. Ahora recuperándose de la mutilación burocrática.

Es el bagaje de Fernando López Gil y su equipo. Cuesta pensar que vaya a ser olvidado, mejorado o superado con el simple cambio de dos o tres nombres.

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