OPINIÓN

Ovejas al redil

Pero lo que sí veo, desde fuera, desde la lejanía que me da no estar dentro, es la hipocresía que se ha dado en la fiesta. Esa que lleva a que el humor negro es humor hasta que se toca lo que a mí me molesta

Empecemos por el principio: entiendo de Carnaval un poquito más que de ingeniería aeroespacial, pero solo por que soy capaz de diferenciar un cuarteto de un coro, pero no me preguntes por un tipo de avión. Así que este artículo lo escribo desde el más ... absoluto desconocimiento de lo que es la fiesta por dentro; no sé el trabajo que conlleva montar una chirigota, ni lo que supone hacer un forillo; ni siquiera entiendo que es una octavillita ni diferencio un cuplé de una cuarteta.

Pero lo que sí veo, desde fuera, desde la lejanía que me da no estar dentro, es la hipocresía que se ha dado en la fiesta. Esa que lleva a que el humor negro es humor hasta que se toca lo que a mí me molesta. Esa que hace que la irreverencia sea carnaval hasta que esa misma irreverencia saca a dos boys enanos y masoquistas a las tablas. Esa que hace que, si el Selu dice que Kichi se ha puesto gordo en estos ocho años, es que insulta; pero siguen cantando el «Teo, Teo, Teo, hasta el nombre lo tienes feo».

Y es que llevamos 8 años en los que el carnaval ha tenido sus ovejas a buen recaudo en el corral; sin que ninguna se saliera del redil cuando salían a pasear. Había que blanquear al anterior gobierno local; como se blanquea a Podemos, a Sumar y hasta a Pedro Sánchez. Porque el carnaval solo es libre si se es de izquierdas; si tu pensamiento gira al centro ya eres un facha. En la calle y en las tablas vemos como se insulta a todo lo que no es de izquierdas; como la iglesia, el ejército, la policía o los empresarios pueden ser centro de la mofa. No hablemos de la Corona que siempre termina teniendo su lugar en el escenario del Falla. Si saltamos a la calle, la irreverencia es aun mayor. Aquí todo tiene su espacio, la crítica social y política se hace más mordaz; mientras en las tablas del Falla, año a año, ha quedado relegada a un segundo plano.

Hasta este año, en el que Martínez Ares ya ha lanzado su aviso a navegantes; sabiendo que al convertirse en la oveja negra contra Kichi cuando, con sus Sumisos, le advirtió que «no eres, ni queriendo, mi Salvochea». Después de siete años se salía del redil para criticar la inacción del gobierno de izquierdas; el sumiso se convertía en la oveja negra que en 2024 viene a amenazar al nuevo alcalde con un «te estoy vigilando». Martínez Ares es muy inteligente y sabe de la influencia y poder que tiene en una ciudad que vive por y para el Carnaval.

La politización del carnaval la vimos años atrás, cuando para no salirse del redil, hasta el jurado siguió a la masa llevando a Marta Ortiz y su comparsa feminista, de mujeres y de izquierdas a la Gran Final del Falla como muestra de novedad, integración de la mujer en el mundo de carnaval y la política del bien queda. Pero ¿y la calidad? Como ocurre con las agrupaciones de fuera de nuestra ciudad, esa no importa. Ninguna oveja negra, por más fantasmal que sea, logrará escaparse de las garras del chovinismo carnavalero.

Hace mucho que la fiesta de la libertad marcó las cañadas a seguir.

Artículo solo para suscriptores

Accede sin límites al mejor periodismo

Ver comentarios