Editorial ABC

Secuencia de una tardanza letal

No es de recibo que multinacionales españolas con acreditada experiencia en el mercado chino no tengan dificultades comerciales con Pekín, y el Ejecutivo español, sí

ABC

La secuencia que ABC revela hoy para la adquisición en el extranjero de material sanitario en la lucha contra el coronavirus acredita hasta qué punto ha existido una imprevisión casi dolosa por parte del Gobierno. Es la secuencia de un desbarajuste administrativo y de una alarmante negligencia, basada en el exceso de confianza que nunca debió tener ante esta crisis. Si, como ha sostenido Pedro Sánchez, el Ejecutivo tomó conciencia de la gravedad de la epidemia en enero, no tiene sentido que la concatenación de errores en los intentos de compra de material a países como China, India o Japón haya fracasado tan estrepitosamente durante semanas. Más bien, la realidad demuestra que jamás, hasta la primera semana de marzo, el Gobierno se tomó en serio la posibilidad de un contagio masivo. Y ahí lleva su mancha. Hoy ABC retrata el sospechoso desconocimiento de algunos trámites burocráticos esenciales por parte de las estructuras del Gobierno especializadas en comercio exterior. Y retrata también la crudeza con la que se comportan algunos fabricantes internacionales de equipos de protección, respiradores o tests rápidos, capaces de anteponer la rapiña inmoral al comercio justo. Pero con esas reglas de juego se desenvuelve el planeta, y el Gobierno debió proteger nuestros intereses en juego, por la sencilla razón de que esos intereses son vidas humanas.

Sánchez no debió ser ingenuo ni indolente, pero se dio cuenta tarde y mal de la pandemia. Y cuando hemos tenido que abastecernos de material sanitario, hemos descubierto que algunos mercados no son fiables. Huyen de las trabas burocráticas y quieren cobrar de inmediato. Desde esta perspectiva, el mando único contra la crisis se ha visto desbordado, e incluso desautorizado oficialmente por gobiernos como el chino. Precisamente ayer se supo que Pekín no autorizará exportaciones si la mercancía no cuenta con una licencia oficial de ese Estado, una decisión adoptada precisamente por el conflicto que ha creado nuestro Ejecutivo y para protegerse de las acusaciones de haber pervertido el mercado. Pero España no había previsto nada. Carecíamos de fondos y de una estructura comercial oficial más solvente, lo cual no tiene lógica, y de eso Sánchez sí es responsable. No es de recibo que multinacionales españolas con acreditada experiencia en el mercado chino, especialistas en la fabricación y traslado de mercancías y con un perfecto conocimiento del know how de su Administración, no tengan dificultades con Pekín, y el Ejecutivo español, sí. Las explicaciones que ha dado el Gobierno han generando incertidumbre, inseguridad jurídica y confusión con muchos proveedores. De ningún otro modo puede explicarse que España, con 47 millones de habitantes en un planeta de 7.000, sea el segundo país con más muertes y más indefenso.

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