Pazguato y fino

El flotel fantasma

Este viernes fue la plasmación de que en 2012 Feijóo dijo la verdad y otros mintieron hasta la náusea

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En este país encantan las malas noticias. Y en Galicia, más. Donde esté un buen suceso, con toda la hemoglobina y el amarillismo que se pueda obtener, que se quite un crecimiento del PIB, una cifra récord de visitantes o una subida de las exportaciones. Si podemos solazarnos con lo mal que va todo, si detrás de una pancarta hay sitio para protestar contra el gobierno de turno —preferiblemente de la derechona privatizadora, insensible y moralista—, ¿para qué esforzarnos en cambiar el signo de las cosas a mejor? Algo así ocurrió con el naval ferrolano estos últimos años. Hagan memoria.

Recuerden cómo en el otoño de 2012, con intención electoral nada oculta, Alberto Núñez Feijóo anunciaba un acuerdo con Petroleos Mexicanos para la construcción de dos floteles en Galicia.

Estaba en su derecho si, tal y como quedó patente, la gestión no era fruto de la ociosa Navantia sino del presidente de la Xunta. Y añadió que se abría la opción a que la petrolera invirtiera en astilleros gallegos y aquí se renovara parte de la flota auxiliar de la petrolera. Mejor hubiera sido que confesara haber matado a Manolete.

Los mismos que llevaban siete años ver languidecer los astilleros mientras se acababan los contratos pendientes, los mismos que aprobaron la reconversión naval de los ochenta, que transigieron con el veto a Navantia Fene, se lanzaron en tromba para decir que el flotel era mentira. Que era una argucia miserable de Feijóo para engañar a una comarca desesperada por el desempleo. Cuando Pemex confirmó la noticia, se dedicaron a contar los días, semanas y meses en que tardó en materializarse. Luego que si de las 14 embarcaciones auxiliares —que nunca se llegaron a comprometer oficialmente— no se hacía nada. Más tarde, que si el flotel creaba empleo pero no el suficiente, y que además era precario. Y hoy, en una doble pirueta mortal, hay que escuchar al alcalde activista de Ferrol decir —se rumorea que gestiona en los ratos libres, pero está sin confirmar— que fue a la botadura por respeto a los trabajadores, no porque el flotel fuera importante ni la solución.

Peor que el gusto por las malas noticias es la ingratitud, la miseria política de quien es incapaz de reconocer un éxito a un rival, de quien pone palos en las ruedas porque así cree que obtiene rédito electoral. Quienes no movieron un dedo por el naval son los que dan lecciones de compromiso. Ayer fue la plasmación de que en 2012 Feijóo dijo la verdad y otros mintieron hasta la náusea. El flotel fantasma ya surca las aguas y se despide de los negacionistas, sindicato libre asociado e interesado.

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