De la semilla a la lonja, un paseo por Cooperativa Las Virtudes de Conil

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La huerta conileña es famosa a nivel nacional, gracias al gran centro de operaciones de la Cooperativa Nuestra Señora de las Virtudes. Constituida hace 54 años, cuenta con 500 socios a nivel comarcal. Estos son productores que ponen sus verduras en el mercado gracias a la infraestructura de la cooperativa, que cuenta con unas modernas instalaciones que llegan a emplear hasta 125 personas en estos días.

En una visita organizada por el Grupo Gastronómico El Almirez a la que acudieron parte de sus miembros, además el blog gastronómico Come en Casa, de Charo Barrios, y el Grupo Gastronómico Gaditano, pudieron conocer las instalaciones de la cooperativa conileña y su funcionamiento. Durante la jornada, también conocieron el trabajo que se realiza en Congelados Amar, otra empresa conileña que tiene presencia en varios municipios de la provincia de Cádiz, y que afronta nuevos proyectos.

La sencillez tras de productos básicos, como el tomate, es sólo aparente cuando se conoce el proceso que se pone en marcha antes y después del trabajo de los agricultores, mano a mano con la naturaleza. Las Virtudes cuenta desde 2002 con un semillero que ha sido ampliado en marzo de este año, donde se siembran comienzan a crecer una gran variedad de verduras, en un entorno controlado con el que poder seleccionar la mejor calidad, en respuesta a la demanda del mercado. Una sembradora automática marca el principio del funcionamiento de estas naves e invernadero. Entre las altas temperaturas necesarias para el cultivo, Pedro Sánchez y Juan Alba, encargados del semillero, explica la utilidad de cada máquina, de cada movimiento de alguno de los empleados que miran por la evolución del producto. El objetivo de este lugar es dar servicio a los socios de la cooperativa de Las Virtudes.

Poco o nada hay  que inventar sobre lo que brota de la tierra. El mercado, sin embargo, está en constante evolución, y para conseguir el mejor resultado entre la oferta y la demanda, el precio y el beneficio, hacen pruebas en el que llaman ‘campo de ensayo’. Las matas de tomates son lo más abundante en esta zona, donde se siembran diferentes variedades para analizar su crecimiento. Y una vez que crece, y antes de llegar a los platos, pasan por la central de la Cooperativa en el polígono de La Lobita. Guiados por el presidente de Las Virtudes, Bartolomé Ramírez, el entresijo de cajas, maquinaria, y verduras por doquier, cobra sentido. Prácticamente toda la verdura de Conil pasa por aquí, ya que el 98% de los agricultores de la zona forman parte de la Cooperativa. El trabajo de todos estos años la han convertido en una marca de reconocida calidad donde se sigue la trazabilidad de producto que crece muy cerca de nosotros, lo que hace que el momento de recogida sea el óptimo. También tiene una gran repercusión en el empleo, como se puede comprobar en la central de manipulación. Las mujeres, dicen que por ser más cuidadosas, son mayoría en la colocación de los tomates en las cajas. Los pedidos que van a las grandes superficies se preparan aparte, respondiendo a las demandas de envasado y presentación de cada cadena. Aunque hay algo de exportación, su principal cliente es nacional.

El colorido, el olor de las verduras y frutas se mezcla con el ambiente mecánico de las máquinas de envasado y las carretillas elevadoras que cruzan a toda prisa las instalaciones. Las necesidades de la modernidad se ha impuesto en un oficio que se remonta miles de años atrás, pero que avanza para mejorar. De hecho el 20% de la energía que se consume en la Cooperativa Nuestra Señora de las Virtudes la genera el sol, gracias a las placas solares con las que está equipada.

La tradición continúa presenta con la subasta de la lonja. Una subasta a la baja, en la que los precios de salida los marca el mercado. El que primero llega es el que puede escoger de entre la mercancía que se amontona para la ocasión. Un barullo de cajas y números que solo los habituales a esta cita manejan y comprenden. De aquí, viajarán a las fruterías con el distintivo de Las Virtudes, señal de su origen gaditano.

Congelados Amar prepara ultima su marca de precocinados

Otra empresa conileña, directamente relacionada con la hostelería y la gastronomía, es Congelados Amar. Su propietario, Paco Amar,  guió a los visitantes por las instalaciones en la que desde 2005, congelan y preparan para la venta. El origen, la trazabilidad de cada producto que manipulan en su nave y pasan por los túneles de congelación, está identificado en sus etiquetas. Una garantía que asegura al consumidor saber qué está comprando, tan difícil en algunas pescaderías.

Después de superar un grave incendio en 2008, la empresa afronta nuevos retos con la preparación de sus productos precocinados, con marca propia. Para ello cuentan con el cocinero barbateño Pablo Guismera, que trabaja en las instalaciones ultimando las recetas que próximamente se darán a conocer a la hostelería y el público en general.

Croquetas elaboradas con los productos del mar que comercializa Amar, un producto que formará parte de la nueva marca de precocinados de la empresa conileña

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