El veterano líder nacionalista, Xosé Manuel Beiras
El veterano líder nacionalista, Xosé Manuel Beiras - Miguel Muñiz
Balance de 2015 | Partidos Políticos (III)

El año en el que el rupturismo hirió de muerte al nacionalismo

Las Mareas dejaron al Bloque sin ediles en varias ciudades ni escaño en las Cortes

Santiago Actualizado: Guardar
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El sistema de partidos de Galicia siempre había sido una rara avis en la política española. En las últimas décadas, al bipartidismo del resto de España lo completaba una formación como el BNG, que captaba a los votantes tanto del espectro nacionalista como a aquellos que se encontraban a la izquierda del PSOE, con una cierta fluctuación entre partidos. Fue el mismo artífice de los mayores éxitos electorales del Bloque el que años más tarde cambiaría el panorama y se autoerigiría en adalid del rupturismo.

Xosé Manuel Beiras hizo implosionar a los nacionalistas en la Asamblea de Amio, fundó Anova, se dio la mano con el brazo gallego de Izquierda Unida y consiguió superar en 2012 al que había sido su partido encarámandose al Parlamento gallego como tercera fuerza.

Aquellas elecciones fueron presagio del avance que la izquierda radical iba a experimentar en toda España años después. La coalición AGE se aprovechó ya en aquel entonces de las debilidades socialistas y Beiras empezó a jugar un rol de líder de la oposición en O Hórreo.

La irrupción en el panorama político de Podemos en 2014 dio un nuevo impulso al rupturismo, que supo ver que la hoja de ruta para lograr cuotas de poder en 2015 era tejer alianzas entre afines. Este fue el modo, no sin tensas negociaciones y fricciones entre partidos, en el que surgieron las Mareas para concurrir a las municipales de mayo. En frente, el BNG siguió funcionando como siempre, en solitario y con sus siglas, haciendo valer su alto grado de implantación territorial.

Las urnas hablaron por sí solas y la alegría fue por barrios entre la izquierda gallega. La cara fue para las Mareas, que alcanzaron la alcaldía en las tres ciudades de la provincia de La Coruña, con una victoria en la capital gallega y empate a ediles en la urbe herculina. Además, consiguieron representación en los Consistorios de la siete mayores poblaciones de la Comunidad. La cruz fue, sin embargo, para los nacionalistas, que se llevaron un fuerte varapalo urbano, ya que a excepción de Pontevedra —donde mantienen el bastón de mando gracias al liderazgo de Miguel Anxo Fernández Lores—, han quedado relegados a la irrelevancia en la toma de decisiones, e incluso han quedado fuera de corporaciones como la de Orense o Vigo.

Culebrón de verano

El resultado electoral enseñó el camino y se comenzó a especular con una posible «Marea gallega» en la que nacionalistas y rupturistas se integrasen para conseguir una amplia representación en las generales. Pese a que el BNG dijo apostar por una «candidatura amplia y plural» y se mostró favorable a renunciar a sus siglas, los recelos a pactar con fuerzas de «obediencia estatal» como Podemos e IU complicó desde el primer momento las negociaciones para que la idea cuajase. Por su parte, los partidos integrantes de las Mareas municipales optaron por trazar en paralelo su entente para concurrir a los comicios. Anova ajustó viejas cuentas con el BNG y, sabedores de que ahora tenían una posición de fuerza frente a sus antiguos compañeros, prefirieron ser el puente tendido entre los dos partidos que lograron unirse en Galicia pero no en el resto de España.

Así las cosas, el BNG quedó en fuera de juego, sin una marca reconocible —se presentaron como Nós-Candidatura Galega— y con una alianza débil con partidos minoritarios. El resultado fue una herida mortal para los nacionalistas, que se veían tras dos décadas sin representación en las Cortes y con una Marea que sube hasta colocarse como segunda fuerza en la Comunidad por delante del PSOE, con seis diputados y dos senadores.

No se descarta que pudiese haber una réplica del culebrón de la confluencia de cara a las autonómicas de este año, con un BNG obligado a repensar su estrategia para no desaparecer de la escena política, aunque los indicios muestran que el nacionalismo preferirá quemar sus naves a plegarse al rupturismo.

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