Óscar Alzaga: «El proyecto europeo tiene un 'sexapil' muy potente contra los nacionalismos y la ultraderecha»

El prestigioso jurista y expolítico presenta este martes en Toledo 'La conquista de la transición (1960-1978). Memorias documentadas'

Óscar Alzaga Villaamil ABC
María José Muñoz

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En enero de 1969, el régimen franquista aprobó un estado de excepción en todas las universidades españolas . Entre el profesorado prevalecía entonces la defensa ‘educada y ponderada’ de las ideas democráticas que regían en Europa, y el alumnado se solidarizó con esa posición. La Universidad preparaba la llegada de la democracia. « Confinaron a 20 profesores de toda España, yo entre ellos, que daba la asignatura Teoría del Estado en la Universidad Autónoma. Una asignatura que yo impartía sin criticar al régimen pero explicando la teoría del Estado democrático de Derecho. Aquellas clases estaban abarrotadas y alumnos de otros cursos que venían se sentaban en los pasillos y las escalerillas».

Y la policía llegó de noche a su casa para detenerlo.

Sí, pasamos la noche en la Dirección General de Seguridad y a la mañana siguiente se nos envío a un pueblo a cada uno. En mi caso, a Cueva de Ágreda, en Soria. Luego me mandaron a Almenar de Soria, donde pasé una semana confinado. En Madrid, mis alumnos defendieron en asamblea que se me devolviera a la enseñanza e hicieron una huelga a la que se sumaron todos los alumnos de la Facultad de Ciencias Económicas y poco después los profesores y las demás facultades, de modo que la Universidad Autónoma se paró por entero por el único profesor que tenía confinado y que era este modesto abuelo que está hablando con usted.

La conquista de la transición (1960-1978'). Óscar Alzaga. Marcial Pons, 2021.

Este episodio del que nos habla Óscar Alzaga describe perfectamente el clima que se vivía por entonces en España, a seis años de la muerte de Franco, cuando la universidad bullía de ansias de libertad mirando a Europa como modelo de democracia, y se iba gestando la transición política. Todo ello y mucho más se cuenta en el libro ‘La conquista de la transición (1960-1978). Memorias documentadas’ , que este martes, 19 de abril, a las 12.00 horas, se presenta en la Sala de Música San Pedro Mártir (Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de Toledo), en un acto en el que intervendrá el exalcalde de Toledo, Joaquín Sánchez Garrido . Esta obra, fruto de cerca de diez años de meticuloso trabajo e investigación por parte de Óscar Alzaga, revela los hechos que asentaron la reconciliación de las dos Españas, y se basa en la documentación conservada por el autor y la consulta de diversos archivos. La lectura de este libro es una forma de descubrir una realidad que no estaba descrita hasta ahora, una realidad documentada con archivos, información y prensa extranjera . En palabras de Alzaga, «no es una bella descripción literaria de la conquista de la libertad; es una descripción pormenorizada de los pasos que se dan para avanzar sin traumas a disfrutar una democracia en España».

¿Es cierto que ha tenido presiones para no publicar este libro?

Presiones no he tenido pero sí reacciones de gente que me ha dicho que no debería haberlo publicado. Son las personas que quieren difundir una visión de nuestra transición a la democracia que no coincide con la realidad de lo que sucedió realmente. No quiero señalar con el dedo a nadie, no es elegante.

Usted dice que la destrucción de los archivos policiales del franquismo fue un disparate de Martín Villa y Suárez. ¿Es así?

La destrucción fue defendida por el ministro de la Gobernación, Martín Villa, en el Senado ante las preguntas que se le formularon sin expresar la evidencia de que no era una decisión personal suya sino que tenía el respaldo de sus alturas, pero lo cierto es que los que estábamos muy preocupados por que se destruían las informaciones policiales sobre nuestros muchos años en la oposición al franquismo, cuando hablamos de ello con Adolfo Suárez intentando frenarlo, no recibimos apoyo.

¿Qué intereses tenían las personas que querían destruir estos archivos policiales?

La transición a nuestra democracia no es como determinadas personas que venían del Movimiento quisieron presentar como una concesión que ellos hacían. Como yo titulo en el libro, la transición fue una conquista, con un esfuerzo, una organización y unas iniciativas desplegadas certeramente en sectores sociales claves y con actividades permanentes.

Su relato echa por tierra entonces eso de que las cortes franquistas se hicieron el harakiri en pos de una nueva era democrática en España.

Nosotros no quisimos provocar una ruptura que crease traumas y reacciones de desmesura. La estrategia que seguimos fue una presión mantenida durante los últimos años del franquismo con el respaldo de los países de la CEE, que creó entre los españoles un deseo de transitar hacia la democracia con todas las consecuencias. Y ese esfuerzo es lo que a la gente del Movimiento le parecía que convenía silenciar, que no hubiera existido. No es lo mismo una democracia donada, regalada, que una democracia conquistada por los demócratas, fundamentalmente por los jóvenes, aunque no solo.

¿En especial por los democratacristianos como usted?

Yo explico el peso que tienen las diversas fuerzas clandestinas. El peso que más le preocupaba al gobierno era el de los comunistas y el de los democratacristianos, que operamos siempre en coalición con los socialistas del PSOE, con los socialistas del partido ‘tiernista’, y con otras fuerzas políticas como el partido de Dionisio Ridruejo, que se calificaban de socialdemócratas, o los grupos liberales. Y esa conjunción, esa actividad perfectamente coordinada con el respaldo de los países de la CEE, creó una situación insostenible. Porque, además, le era difícil al régimen de Franco aumentar la represión contra democristianos, liberales o socialistas, que eran los que gobernaban en el resto de Europa. Y hay que reconocer que la sociedad española quería ir hacia Europa, según nos decían todas las encuestas. Europa y sus partidos políticos nos prestaron un apoyo muy significativo que impidió que se actuara contra nosotros con más dureza.

¿La población española también apoyaba ese europeísmo?

En las universidades y en la gente cualificada era un europeísmo teórico, pero en el pueblo llano era un europeísmo sentido, real. En un pueblo, si se habían ido a trabajar a Europa ocho o diez como emigrantes, cuando volvían en el verano contaban lo encantados que estaban de las libertades que había en Europa, que estaban ganando más dinero, que habían podido comprar un cochecito de segunda mano, etc, etc. Entonces, en las encuestas que se hacían en la España de la época de si usted cree que España debe incorporarse a la Comunidad Económica Europea, las respuestas positivas eran de una mayoría aplastante. Ese viento fue muy significativo porque no conducía a una revolución marxista ni nada parecido, sino al modelo de las democracias europeas.

Ahora en Europa predominan los populismos, y la ultraderecha está avanzando. Lo acabamos de ver en Francia y en España con la inclusión de Vox en un gobierno autonómico. ¿A usted le preocupa eso?

Pues sinceramente, sí, pero estoy retirado de la política desde hace muchos años y sobre el presente no hablo. Pero creo que el proyecto europeo tiene un ‘sexapil’ muy potente y no corre el riego de ninguna quiebra. Eso sí, hay que pensar y ver cómo se refuerza el espíritu europeísta porque volver a potenciar a estas alturas de la historia los nacionalismos locales es un error, dicho sea con todos los respetos a los que piensen otra cosa.

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