Ximo Puig y el expresidente Zapatero, ayer, en un desayuno informativo en Madrid
Ximo Puig y el expresidente Zapatero, ayer, en un desayuno informativo en Madrid - Efe

Pesos pesados del PSOE prefieren elecciones a «un mal pacto»

Zapatero: «No seré de los que diga que sería horrible» un fracaso de la negociación

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En el PSOE es un secreto a voces que Susana Díaz, los barones y la «vieja guardia» prefieren repetir elecciones el 26 de junio a que Pedro Sánchez sea presidente fruto cualquier «mal pacto» débil e inestable; esto es, un gobierno solo con Ciudadanos (130 diputados) u otro con Podemos, IU y Compromis (161), que necesitaría la imprescindible la abstención de los independentistas catalanes de ERC y DiL.

Así lo advirtió Díaz el sábado ante el Comité Federal y ayer secundó esa misma reserva, a su manera, el expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero. Fue durante un desayuno de Nueva Economía Fórum con el presidente valenciano, Ximo Puig.

Zapatero, que estuvo con Díaz la pasada semana -ella también se vio a solas con Alfredo Pérez Rubalcaba- fue a contracorriente de su partido al señalar: «no seré de los que diga que sería horrible» ni «una desgracia» el fracaso del dialogo de PSOE, Podemos y Ciudadanos.

Eso sí, justificó su reflexión en la idea de no «presionar» a un Sánchez que se enfrenta a un pacto «extraordinariamente complejo».

Sentado en primera fila le escuchaba atentamente el portavoz del Grupo Socialista, Antonio Hernando, el cual se declaró «aliviado» por haber escuchado a Zapatero decir: «negocien, sin presiones, con la mejor voluntad, yo se lo agradezco». Todos los dirigentes del PSOE «están en lo mismo», insistió Hernando, en que haya gobierno de cambio presidido por Sánchez» y en «echar una mano en este proceso».

Peligroso «punto ciego»

Pero lo cierto es que Díaz y los barones «vigilan» esa negociación desde que conocieron que el primer secretario del PSC, Miquel Iceta, y el portavoz de En Comú Podem en el Congreso, Xavi Domenech, han iniciado un «diálogo»; y, sobre todo, tras oír a Sánchez decir en el Comité Federal este sábado que, tras su entrevista con el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, se ha abierto «una nueva etapa de diálogo».

Un destacado dirigente territorial reconoce a ABC que, a medida que se acerque el fin de semana del 23-24 de abril, tope para alcanzar un acuerdo de investidura, la negociación se aproximará a un «punto ciego» en el que solo Sánchez y su núcleo de confianza tendrán información de primera mano.

Y los dirigentes territoriales no aceptarán una política de hechos consumados: que Sánchez someta in extremis el nuevo acuerdo a la consideración de los 190.000 militantes en otra consulta como la del 28 de febrero sobre el acuerdo PSOE-C´s. Temen que incluya cesiones «inadmisibles» a Cataluña para conseguir la abstención de ERC y DiL.

Los barones socialistas reconocen que el sábado les tranquilizó escuchar a Iceta descartar el modelo «canadiense» (referéndum de Quebec) que él mismo y Carme Chacón habían abanderado, pero Sánchez se juega su supervivencia y eso les lleva a desconfiar. No tiene por qué ser un referéndum, avisan, solo con que prometa mejorar el trato fiscal a Cataluña habrá lío.

Los negociadores socialistas siguen siendo los mismos: Antonio Hernando, Rodolfo Ares, José Enrique Serrano, Jordi Sevilla, Meritxell Batet, nada proclives a abandonar a Ciudadanos para atraerse a Podemos, pero ha habido otros contactos entre bambalinas. Antes de Semana Santa, el jefe de gabinete de Pedro Sánchez, Juanma Serrano, inició un acercamiento a Podemos con Iceta y Batet, y ahí se fraguó el diálogo PSC-En Comú Podem.

El 28 de diciembre el Comité Federal dejó claro que el PSOE no dialogaría con quien no renuncie «previamente» a la autodeterminación y aunque muchos consideran que eso ya se lo ha saltado Sánchez viéndose con Puigdemont, le dejan hacer. Están esperando al resultado final y no van a aceptar un pacto en tiempo de descuento que implique cesiones intolerables. Recuerdan que la pregunta de la nueva consulta a la militancia tendría que ser aprobada por la Ejecutiva Federal, donde plantearían batalla.

«Y eso supondría un conflicto interno de gran magnitud que no creo que Pedro esté dispuesto a asumir, porque no creo que quiera gobernar a cualquier precio», señala una de las fuentes consultadas por este periódico.

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