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Susana Díaz con Javier Fernández en la sede del partido - Ignacio Gil

Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros

Sánchez ha protagonizado muchos debates recientemente, pero en ninguno le habían dicho tan a la cara la verdad

Madrid Actualizado: Guardar
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Se ha acostumbrado tanto Ferraz a los días históricos y al recuerdo del funesto Comité Federal del 1 de octubre de 2016 que ayer, en cuanto una decena de militantes se posicionaban en la entrada del garaje de la sede socialista, varios policías tomaban ya posiciones. No hizo falta su actuación porque hasta en el ánimo militante contaba que ayer era festivo en Madrid. Y entre cuatro gritos ante una sede o ver a Villacís de chulapa o a Errejón (intentando) bailar un chotis pesó más ir a festejar San Isidro. El brío que ha ido ganando la candidatura de Pedro Sánchez demuestra que la frustración militante no ha decrecido, pero ayer se tomó el día libre. De hecho, los congregados ayer eran partidarios de Susana Díaz.

Todo estaba perfectamente pautado. El primero en llegar a la sede fue Pedro Sánchez. En teoría Javier Fernández debía recibir a cada candidato, pero Sánchez se adelantó unos minutos y durante unos segundos fue él quien esperó al presidente de la gestora. Debió sentirse por momentos como el anfitrión otra vez. De eso van estas primarias.

Sánchez no arriesgó: vaqueros, camisa verde agua y esa «chupa» de cuero que ha convertido en prenda fetiche. Hace menos de tres años Pedro Sánchez llegaba a este debate como el candidato más centrado ideológicamente de los tres. Hoy es todo lo contrario. Hace menos de tres años ganó las primarias por un pacto en los despachos del socialismo español que tuvo a Susana Díaz como principal muñidora. Ayer defendió un partido de militantes frente a «los notables».

Ni Patxi López ni Susana Díaz arriesgaron tampoco en el look. Blusa roja para la andaluza. Cien por cien PSOE. Y camisa y americana para el ex lendakari, que durante toda la mañana destiló una tranquilidad pasmosa. De hecho, en la pausa de cinco minutos que se programó tras los dos primeros bloques López empleó el tiempo en ir al patio a fumar y volver tarareando segundos antes de que se reanudase el debate. Ese mismo tiempo lo utilizó Sánchez para acercarse a hablar con la moderadora, la periodista Carmen del Riego, porque no estaba conforme con la forma en la que se estaban controlando los tiempos. Tarea que se encargó a unos jueces de la Federación Madrileña de Baloncesto a los que Sánchez hizo un gesto con el pulgar hacia arriba al comienzo del debate.

Lo cierto es que la moderadora no fue protagonista en ningún momento del debate, como los buenos árbitros. Su único momento particular fue antes del «pitido inicial», que se demoró un par de minutos porque había olvidado sus gafas. Al ex secretario general se le vio incómodo. A buen seguro que no calculó la total equidistancia de López entre él y la andaluza. Fue un buen debate para López. Aunque el efecto en las primarias puede ser escaso. Díaz salió contenta. Sánchez dijo que se iba «muy contento». El relato del debate es más importante que el propio debate. Lo cierto es que todos se dejaron el «guante blanco» en casa. En todos los debates que Sánchez ha vivido recientemente nunca le habían dicho tan claramente a la cara la verdad: «Todo el mundo quiere ganar, pero no todo el mundo gana». Se lo recordó Susana Díaz. Una pregunta quedó sin respuesta clara. Se la formuló Patxi López: «¿Sabes qué es una nación?». Definitivo.

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