Eurocopa 2016

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NONES/OPINIÓN

Niños en la hierba

Cuando Alemania ganó a Italia, Draxler se acercó a la grada. Su madre le agarró la cara con las dos manos y lo besó. Löw también debería haberlo hecho porque el jugador del Wolfsburgo fue uno de los mejores del partido. Pero una cosa es que los hijos se acerquen a sus madres desde el campo y otra que los padres metan a sus hijos a correr por el césped. La UEFA ha dicho que hasta aquí hemos llegado. Con la boca muy pequeña, eso sí. Que los niños no tienen que pisar el terreno de juego al término de los partidos. «Fue muy bonito ver a los niños jugar en el césped, pero esto es una Eurocopa y no una fiesta familiar», dijo Martin Kallen, director general de la Eurocopa, temeroso quizá de que lo siguiente fueran globos, una barbacoa y payasos. Con su tonta rabieta, Martin Kallen sonaba como Arnold Schwarzenegger en 'Poli de guardería' cuando harto de tanto crío grita lo de «¡Aquí ya no se hace pipí!».

La cosa vino, claro, por la hija de Bale corriendo por el campo más que Bartra (cuando escribo, antes del Portugal-Gales, no sé si lo ha vuelto a hacer). Nada nuevo. Igual que los columnistas jóvenes hablan de sus hijos en sus columnas, los futbolistas meten en el campo a su descendencia. David Griffiths, de la federación galesa, que acusaba el señalamiento público, explicó que la UEFA desaprueba la chiquillería porque es «una intromisión en el campo de juego». Como si el campo fuera un territorio sagrado fuera del tiempo de juego. Como si la cancha se hubiera convertido en algo así como Bodh Gaya, el sitio sagrado del budismo (Buda logró el nirvana allí, sentado debajo de una higuera).

Pero si se ponen tiquismiquis con lo que se puede introducir en un terreno de juego que lo hagan de verdad. Que empiecen con las banderas, los capotes de torero y las camisetas con las caras de tu familia. Hay que reconocer a Sergio Ramos que se adelantó al cartel electoral de Podemos.

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