Mercedes Monmany, durante la entrevista
Mercedes Monmany, durante la entrevista - ERNESTO AGUDO

Mercedes Monmany: «La construcción europea tiene que ser espiritual y cultural»

La crítica literaria de ABC publica «Por las fronteras de Europa», con prólogo de Claudio Magris. Un apasionante viaje por la frondosidad de la narrativa de los siglos XX y XXI

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Mercedes Monmany (Barcelona, 1957) es una europeísta convencida. La crítica literaria de ABC, nacida en el seno de una familia marcada por las fronteras (vivía con sus padres en Barcelona, pero cruzaba con frecuencia a Francia para visitar a su abuela), vivió la singularidad española con el convencimiento de que sólo a través de la cultura podrían construirse los puentes que soportarían la esencia de un futuro común. Ese credo la llevó a profesar un amor disoluto por los temas europeos y las narrativas que, de un modo u otro, han marcado el último siglo en el viejo continente.

Con ese ánimo ha ido construyendo un corpus literario que ahora, por primera vez, reúne en un solo volumen de 1459 páginas.

Bajo el título «Por las fronteras de Europa» (Galaxia Gutenberg), Monmany dibuja, con la precisión de un bisturí literario (y muy didáctico), el mapa que todo (buen) lector querría llevar consigo. Con un magnífico prólogo de Claudio Magris (Trieste, 1939), la obra atraviesa la narrativa de los países nórdicos, Rusia, la tradición alemana, Gran Bretaña, Holanda, Irlanda, centroeuropa y los Balcanes, Israel, Francia, Turquía, Italia, Brasil, Portugal y hasta el África lusófona.

«Es una guía personal y muy modesta. Hay varios amores reunidos -explica Monmany-. El tema de la frontera impulsa a viajar, a conocer otras literaturas, hacia el encuentro con lo desconocido». En ese sentido, la ensayista defiende que «la construcción de la Unión Europea no se puede hacer sin la cultura, tiene que ser espiritual y cultural. Estamos escuchando continuamente trifulcas de género económico y en los últimos años ha cundido el europesimismo, el euronihilismo de ciudadanos desencantados». Ese escenario de ciudadanos irritados con unos «burócratas, bien pagados, que no se sabe bien qué hacen» sólo puede cambiarse con el viaje espiritual que ofrece la cultura.

De ahí que Monmany confiese que su intención era titular el presente volumen como «Una española viajando por las fronteras de Europa». «Los viajes son físicos, pero también mentales. Coges un libro y te adentras en otras realidades. Somos todos europeos, pero hay particularidades, y es apasionante». En España, en concreto, «se está traduciendo como nunca, hay una gran dinámica en las traducciones y un gran fervor» y eso se debe, en parte, al surgimiento de pequeñas editoriales ( Minúscula es una de ellas) y a la labor de grandes editores como el difunto Jaume Vallcorba (1949-2014), responsable del catálogo de Acantilado. «Hemos pasado unos años de una crisis extrema en lo económico, pero los espíritus no han claudicado y han surgido proyectos de todo tipo de divulgar la cultura europea».

La Europa de entonces y la de ahora

Si bien en la Europa de los años 20 y 30 funcionaban los grupos literarios y había movimientos que agitaban las conciencias (1924 fue el año del primer manifiesto surrealista de André Breton, pero también de la publicación de «La montaña mágica» de Thomas Mann y de la muerte de Kafka), Mercedes Monmany considera que «ahora se va más a lo pragmático, cada autor crea por su lado, por separado». Más allá de las recuperaciones dentro del cuerpo cultural europeo (la crítica destaca, especialmente, las de Irène Némirovsky, Stefan Zweig y Sándor Márai), Monmany se decanta por nuevas sorpresas como el polaco Andrzej Stasiuk, «que hace las novelas de trama y los recorridos»; clásicos como Sebald, Cees Nooteboom o Predrag Matvejevic, con «esa mezcla de viaje físico por paisaje, pero por rastros de historia, porque es el símbolo de la literatura: estás viajando, pero al mismo tiempo estás asimilando unas huellas»; y el húngaro László Krasznahorkai.

Un viaje que, sin embargo, no incluye a la literatura en español («siempre he creído en las dos orillas de una forma militante, es una lengua común»), ya que Mercedes Monmany la reserva para otro volumen, «quizás más basado en obras que me han marcado».

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