Pan y circo
Burla y escarnio

Concluyó la temporada y, con ella, esa especie de pesadilla en que se había convertido cada cita en nuestro estadio. A medida que avanzaban las jornadas, el grado de desafección de la grada con su equipo crecía de tal manera, que se llegó al término de esta decepcionante campaña con un distanciamiento tan profundo entre ambos que lo mejor que pudo ocurrir fue lo que felizmente pasó, que todo acabara y que, a duras penas, se mantuviera la categoría.
Porque este tipo de situaciones, se tensan, se complican, se endemonian tanto que, al final, el desenlace suele derivar en el peor de los posibles. Experiencia, por desgracia, bien tenemos de ello, eso de descender de Primera tras disfrutar varios años en la élite y encadenar un segundo descenso tras una campaña desilusionante en segunda, ya lo conocemos bien por aquí. Y también sabemos que cuando la afición abandona a su equipo y la mofa, la burla y el escarnio a los jugadores sustituyen lo que, en otro momento, fue incondicional apoyo, nada bueno se puede esperar.
Bien es cierto que todo tiene un límite y que el sufrimiento y la decepción que provocan el mal juego y los pésimos resultados pueden concluir en el total desapego. Pero aún escuece esa 'simpática' imagen que dio la vuelta al mundo, en la que un grupo de 'simpáticos' aficionados cadistas persiguen a un juez de línea por la banda de preferencia sobre una grada vacía y bajo una intensa lluvia. Aquello que tanta gracia provocaba, en realidad, no tenía ninguna, pues, como bien recordamos para nuestro pesar, en aquél partido que perdimos frente al Villarreal, descendíamos matemáticamente a Segunda B tras disfrutar de Primera, donde pasamos nueve años consecutivos. Era el año 1994 y la afición del Cádiz había abandonado a su equipo. Después, pasaríamos otras siete temporadas en las ciénagas de la categoría de bronce, donde a punto estuvimos de desaparecer como institución. Ahora, tras encadenar exitosas campañas en primera, a punto hemos estado de caer de nuevo más abajo y, como entonces, la afición, cansada, deja de apoyar a los suyos y vuelve a recrearse en sus chanzas. Por lo menos, en esta ocasión, hemos mantenido la categoría. Pero nada bueno se puede esperar de una ruptura prolongada entre equipo y afición.