BUENO POR CONOCER

INVISIBLES

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Entre el mirar y el ver la diferencia está en lo que somos capaces de percibir. Lo mismo que ocurre con los recuerdos nuestra mente es selectiva. De entre nuestras remembranzas elegimos las placenteras, de nuestras miradas escogemos aquello que nos puede interesar y eliminamos lo que no nos incumbe. Muchas de las cosas, de las gentes, de los hechos cotidianos que nos impactan o nos causan desazón y pesadumbre, por la fuerza de la costumbre, se van convirtiendo en invisibles.

Se hace invisible la pobreza que nos rodea, se convierte en transparente la exclusión social que nos envuelve, se plantea como imaginaria la violencia, en todas sus vertientes, que nos contagia. Son invisibles las personas marginadas, los inmigrantes, los desempleados, los mendigos, los indigentes, los humildes, las mujeres maltratadas, los indignados, los desahuciados, los distintos, los que incomodan. Por más que levanten su voz el estruendo de la vorágine mediática cotidiana es capaz de convertir en susurros sus gritos de desesperación. El eco de sus lamentos sólo es oído por sus semejantes que se arriesgan a compartir lo poco que poseen. El último colectivo en ser invisible son las más de 300.000 personas que en nuestro país no tienen cobertura sanitaria pública. A estas personas el Sistema no les reconoce un Derecho Fundamental recogido en la Constitución. El buque insignia de nuestro estado del bienestar, nuestro Sistema Sanitario Público, resulta que ya no es tan universal ni accesible. Gratuito no fue nunca ya que todos contribuimos de manera solidaria a través de nuestros impuestos. El colectivo de personas desempleadas que han agotado su subsidio y aquellas que nunca cotizaron a la Seguridad Social no tienen derecho a la sanidad pública. Sólo les queda la posibilidad de solicitar la cobertura para personas sin recursos, inscribirse como beneficiario de algún familiar con cobertura asistencial o pagar su asistencia. Ante el incremento de personas que se pueden ver en esta situación, dadas las terribles cifras de paro estructural, se impone con urgencia la entrada en vigor de una norma que «haga visible lo invisible».