MAR DE LEVA

El espejo que nos deforma

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Yen esas que estaba yo, leyendo una entrevista con uno de los guionistas de televisión que me interesan, cosas mías. Y el hombre, Steven Moffat, suelta la perla admirable que me deja un poco a cuadritos, por lo que dice, y por la verdad que encierra: «La BBC tal vez sea el alma de la nación, más que ninguna otra institución, más que el parlamento, más que la iglesia. Tenemos más fe en la BBC. Es magnífica. Nos eleva a todos a un estándar superior sólo con su presencia. No creo que supiéramos ser británicos sin ella». Ahí queda eso. Y lo curioso es que es verdad. Qué maravilla tener en la calidad artística un punto de referencia.

Eso lo hemos perdido en nuestra televisión, en nuestras televisiones, cada vez más tendentes, como la política, al modelo italiano donde todo vale y nadie se hace responsable de nada. En contraste con las palabras de Moffat, la protesta hace unos pocos días del pueblo de Ubrique en contra, y ya tardaban, de la visión deformante que del lugar hacen las televisiones. No solo nos idiotizan: nos embrutecen, se burlan de nosotros, nos ponen como los trapos porque dos o tres enteradillos delante de las cámaras y tres o cuatro cínicos detrás de ellas han descubierto el oro y el moro del share y las vergüenzas públicas, vendiendo carnaza y sálvese quien pueda. Quien venga detrás, que arree. Total, ya pasó con los bancos. Qué más da que estemos viviendo un fin de época donde se han perdido los factores más elementales de respeto y la cultura del esfuerzo se haya mutado en la incultura de no doblarla. Nos llevaremos luego las manos a la cabeza porque esta generación «ni-ni» no protesta por nada y acepta lo que le echen, y lo que les espera, pero la culpa, de todos, la venimos sembrando entre todos desde hace unas cuantas décadas ya.

En nuestras televisiones ya no hay sitio para las series de calidad, arrinconadas a horarios imposibles o de pago. No hay sitio para la música (bien se han encargado con OT de cargarse eso que durante algún tiempo nos hizo estar en las vanguardias de los ritmos). No hay sitio para las películas (¿cuándo vimos por última vez un clásico del cine, aunque fuera de madrugada, entre anuncios de Chuck Norris?). No hay sitio para la ciencia, ni para la cultura. Prima el chillido sobre la poesía, el escándalo sobre la trama.

Y así nos va. Los británicos tal vez no sepan ser británicos sin su televisión. Nosotros, tan predeciblemente diferentes, quizás seamos igual. El espejo nos ha deformado tanto que ya somos iguales que como se nos muestra. Pura bazofia.