MILENIO

RELÁJENSE

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Ayer, miércoles de ceniza, día piadoso donde los haya, Día de Andalucía en el Congreso de los Diputados, descarnado debate entre notables populares y socialistas andaluces. Intervinieron en un debate no apto para menores los tribunos andaluces Jota Jota Matarí, Ricardo Merino, Ricardo Tarno (la sombra alargada de Arenas), Manuel Chaves y Manuel Pimentel (ex ministro de Aznar), entre otros destacados oradores de la Cámara, y labriegos reconocidos del pensamiento político. Y apunten el dato: se debatió mucho sobre Andalucía, pero su contenido, como quedó señalado, tuvo más dureza y violencia que contención cristiana, pese a que comenzaba la Pasión de Cristo, Nuestro Señor. Qué espectáculo, señoras y señores. Hubo abundante consumo de píldoras para mantener la tensión arterial y otros riesgos de la salud humana. Una explosión de expresiones gruesas, denuncias de juzgado de guardia y miradas cargadas de desdén y rechazos. Qué bonita es la política, suele decir con sorna el catedrático constitucionalista Pérez Royo.

Y todo ello porque los populares, a medida que se va acercando la visita a las urnas, aumentan sus energías devastadoras contra los socialistas, mayoría de ellos en la orfandad de la agresividad dialéctica desde que Guerra asumió su rol de prócer tribuno de la patria y los que no están ni se les espera, como el propio González e infantes socialistas como Bono, González Caballo (en la nevera, aún), Borbolla, Carlos Sanjuán y otros ilustres de la cosa socialista que pululan por la vida con ansias de pecadores arrepentidos por los tiempos desaprovechados.

Lo vendo escribiendo y anunciándolo desde que presencié como gacetillero precoz el cruce durísimo de palabras y miradas de los notables del mismo partido. Lo dejó dicho el inolvidable Churchill, quien también tenía su peligro: «El enemigo está en las misma bancada de uno. Es el adversario el que está enfrente».

Imitando al 'hombre del tiempo' y sus bajas presiones y advertencias de frentes enloquecidos por el calentamiento global, los tribunos de la patria española se estiman poco y se abrazan aún menos, cuando todos los expertos en roces epidérmicos aseguran e insisten que tales caricias amansan la agresividad y reflota en la condición humana bellos sentimientos y satisfactorias relajaciones que llevan al crispado a sentirse más persona y aceptada.