Sociedad

Ponce, a hombros, y glorioso Talavante sin espada en Olivenza

OLIVENZA. Actualizado: Guardar
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Ponce aplicó más técnica que sentimiento frente al noble pero distraído primero, toro que no terminó de «romper» en una faena pasada también en el tiempo, hasta el punto de sonarle dos avisos antes de montar la espada, con la que asimismo estuvo desafortunado en la matinal de Olivenza.

Ya en el cuarto, el toro más claro del encierro, cuyas fuerzas midió mucho el torero, la faena tuvo mucha estética y sabor. Se entregó Ponce tanto o más que el toro en pasajes de auténtico frenesí, sobre todo en el último tramo. La estocada en todo lo alto fue definitiva para el doble trofeo.

Talavante tuvo un primer toro incómodo, que se movió mucho pero sin clase, al que le costó meter en el engaño. Los mejores pasajes, por el pitón izquierdo. Hubo mayoritaria petición de trofeo que el presidente no atendió.

Sin embargo, lo bueno vino en el quinto, un toro tardo y probón, que acudía a los cites con brusquedad y al que había que desengañar a base de esperarle, consentirle y llevarle. Muy firme Talavante en su actitud, cuajó muletazos de trazo largo y exquisito.

Muy quieto y muy despacio, se impuso el hombre a las dudas del «zalduendo» con un toreo hondo y profundo sobre la base de un tremendo aplomo. Pero al atascarse con el descabello y «con la ayuda» del puntillero, que falló en el momento crítico, lo que pudieron ser máximos trofeos se quedó en tres avisos. Talavante se retiró al callejón en medio de una fuerte ovación.

Cayetano, que vio cómo regresaba su primer toro a los corrales por estar presumiblemente reparado de la vista, se encontró con un sobrero que apretó en el caballo y posteriormente embistió en la muleta a regañadientes. Porfía voluntariosa para alejarle de la querencia, pero sin entrar en profundidades. La efectividad con la espada dio paso al trofeo.

Ya en el sexto, después de lucirse con el capote tanto en el recibo a la verónica como en un quite por tafalleras, con la franela tuvo notables desigualdades, perdiéndose definitivamente la posibilidad de salir a hombros al no acertar tampoco con los aceros.